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Álvaro Lafita Zuloaga

…siempre he intentado pensar que todo pasa por alguna razón que al final juega a nuestro favor y, aunque suene muy cliché, que lo importante es centrarse en el camino y no en el destino. Al final tenemos todos los días oportunidades para aprender algo nuevo y hay que afrontar los retos con optimismo y con la confianza de que la vida es un proceso de aprendizaje hasta que nos entierren.

Realizas tu formación preuniversitaria en el Lycée Français de Bilbao y decides cursar el Grado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Deusto. ¿Cuál fue tu motivación para realizar estos estudios?

Irónicamente, mi motivación principal a la hora de decidir estudiar el grado en Relaciones Internacionales fue no tener ni idea de lo que quería estudiar. A partir de ahí, comenzó un proceso de descarte.

Las ofertas de estudios en otras universidades de Euskadi no me convencían y sabía que no me quería ir a estudiar fuera de Bilbao, entonces tuve claro desde un principio que iba estudiar en la Universidad de Deusto; además sabía que tenía media suficiente para entrar en alguno de los grados disponibles. Siguiendo con el proceso de descarte, era consciente de mi nivel académico y mis carencias de nivel en matemáticas, así que veía muy complicado optar a un grado como ADE o doble grado en ADE y Finanzas.

Una vez descartadas esas posibilidades, estudié las diferentes carreras disponibles y dos opciones que rápidamente llamaron mi atención fueron el doble grado en Derecho + RRII y el grado en RRII. Eran carreras que se ajustaban bien a mi perfil (especialmente Relaciones Internacionales), en parte gracias a mi alto nivel de francés e inglés y a las diferentes experiencias que ya había tenido en el extranjero. También la idea de estudiar un grado “nuevo” (entraría en la segunda promoción de esta carrera), que abarcaba los diferentes desafíos y aspectos de la globalización, y que ofrecía la oportunidad de realizar un curso completo en el extranjero, se presentaba muy atractiva.

Finalmente accedí y decidí apuntarme al doble grado en Derecho y Relaciones Internacionales, por aquello de “no cerrarme puertas” pero, rápidamente me di cuenta de que no tenía interés en estudiar Derecho, así que en el segundo año me quedé solamente con la parte de Relaciones Internacionales y sigo pensando hoy que fue una decisión acertada, aunque no fuera fácil tomarla.

Durante los dos primeros años de tu Grado compaginas el estudio universitario con el trabajo en la industria manufacturera en Idelt – WP Group. ¿Cómo equilibraste estas dos realidades, y cómo ha influido esta experiencia en tu desarrollo profesional?

Lo de compaginar un trabajo con los estudios era algo que ya venía haciendo desde hacía tiempo, por lo que no me resultó mucho más complicado en la universidad.

Empecé en el colegio. Desde los quince o dieciséis años era entrenador de categorías inferiores en el club de hockey patines donde yo jugaba. Eran un par de tardes a la semana más los partidos del sábado. Después también empecé a ayudar a mi tía algunos fines de semana poniendo las flores y centros de mesa en bodas. Una vez entrado en la universidad, dejé lo de ser entrenador, pero entre los meses de mayo y julio, compaginaba los estudios con lo de ayudar a mi tía en las bodas los fines de semana y ya a partir de junio, empezaba a trabajar en la fábrica de otro tío mío limpiando piezas en una sala blanca (debían estar impolutas porque eran para algo relacionado con análisis de sangre). Eso duró uno o dos veranos, y los años siguientes trabajé durante junio y julio tanto de dependiente en una tienda de surf, como de camarero en un bar.

Mi idea en un principio era que estos trabajos no coincidieran con mis estudios o exámenes, pero al final se me solía complicar un poco el asunto y siempre acababan solapándose un poco porque solía ir a las segundas convocatorias, ja ja ja; pero al final sacaba tiempo para estudiar y aprobaba (casi) todo.

Siempre he estado orgulloso de este tipo de experiencias, pese a que pudieran perjudicar mis resultados académicos en algún momento. Al final tenía la oportunidad de exponerme desde muy joven a la realidad del mercado laboral e interiorizar valores muy importantes que me han ayudado y acompañado desde el principio en mi desarrollo profesional; valores como respeto, compromiso, esfuerzo, sacrificio, empatía o resiliencia.

Al finalizar el Grado, participas en el Programa BEINT de la SPRI un competitivo programa de dos años que conlleva una formación previa universitaria en el campo de la internacionalización empresarial y, posteriormente, dos períodos de estancia en el extranjero. En tu caso, primero en la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Casablanca, Marruecos, y después en la delegación de la ingeniería Asturiana I-Lanza en Dakar, Senegal. ¿Cómo ha sido tu experiencia y qué principales aprendizajes has tenido trabajando en estos entornos internacionales?

Fue una experiencia inolvidable, tanto a nivel personal como profesional, que le recomiendo a todo el mundo.

Desde la primera fase, en la que te juntas con jóvenes de toda Euskadi, con edades, formaciones u orígenes distintos y que realizas un posgrado que incluía ámbitos que podían no tener nada que ver con tu formación universitaria; puedes ir viendo lo bonito y enriquecedor que puede ser exponerse a lo desconocido. Después me tocó ir a Casablanca (Marruecos) y al año siguiente a Dakar (Senegal), países musulmanes con una cultura tan diferente a la mía que no puedes ni imaginar lo que te espera.

A nivel profesional, ambos trabajos estaban enfocados en tareas del ámbito “comercial” o de desarrollo de negocio, y es evidente que el panorama que encuentras en esas ciudades no tiene nada que ver con lo que hay en Europa. Allí es todo muy desconcertante, es difícil moverte, conseguir información certera, generar confianza, saber a lo que te expones o con quién estás reunido cuando vas a una visita y muchas veces te dicen que sí, por no decir que no. He llegado a ir a sitios con una reunión cerrada y que allí no se presente nadie, preguntar a ver dónde están y que la secretaria te diga que la persona en cuestión no trabaja allí, ese tipo de cosas pasaban a diario.

Creo que el hecho de que tus primeros pasos en este ámbito laboral fueran en esas circunstancias te espabilan rápidamente y lo recuerdo con gran cariño como una experiencia muy enriquecedora. Aprendes a la fuerza a aguantar las adversidades y los reveses del día a día, te expones a una incertidumbre casi constante y, en cierto modo, creo que te acostumbras a estar “cómodo en lo incómodo”.

Tras tu regreso a Euskadi, ¿cómo crees que están influyendo las habilidades adquiridas en el extranjero en tu desarrollo profesional?

Lo que recuerdo desde que llegué a Euskadi, cuando encontré trabajo casi de inmediato, era que todo parecía más fácil.

Al final pasas de un ambiente bastante informal y volátil, en el que parece que casi todo juega en tu contra, a una seriedad, profesionalidad y eficiencia que hace que todo parezca estar al alcance de tu mano. Aunque lógicamente esto no siempre sea así y nada sea más fácil en un sitio que en otro, sí que en un principio existe la sensación de que tienes más medios para realizar bien tu trabajo, y sobre todo hay muchas barreras del día a día que desaparecen, como la cultura o el idioma.

Yo considero que las experiencias vividas en el extranjero te aportan una serie de habilidades o recursos que al final provocan un aumento de la confianza en ti mismo, y que te preparan y te ayudan a tener capacidad para afrontar los desafíos que te va preparando la vida, tanto personal como profesionalmente.

¿Qué consejos darías a las y los jóvenes que estén interesados en el desarrollo de una carrera profesional en el ámbito internacional?

Yo les diría que estén tranquilos y que tengan ilusión. Me parecería importante transmitir la idea de que tengan claro que es perfectamente normal sentir miedo o nervios ante lo desconocido y la incertidumbre. Insistiría en que sean valientes y que afronten todos los desafíos que se les presenten con toda la confianza posible y con la certeza de que todo sirve para aprender y todo suma en el desarrollo de cada uno. Todas las experiencias que vives cuando estás en el extranjero te espabilan poco a poco, aunque sólo te des cuenta más adelante.

A título personal, considero que es crucial dejarse llevar un poco, tener claro que el futuro es incierto y saber aceptarlo para poder crecer día a día como persona y como profesional. En mi caso siempre he intentado pensar que todo pasa por alguna razón que al final juega a nuestro favor y, aunque suene muy cliché, que lo importante es centrarse en el camino y no en el destino. Al final tenemos todos los días oportunidades para aprender algo nuevo y hay que afrontar los retos con optimismo y con la confianza de que la vida es un proceso de aprendizaje hasta que nos entierren.

Para terminar, además de darte las gracias por dedicarnos tu tiempo, ¿qué recuerdos guardas de tus años como estudiante de la Universidad de Deusto?

Guardo con gran cariño todos los recuerdos de mi experiencia como estudiante, tanto los buenos como los menos buenos. El mejor de todos creo que fue conocer a mi novia en la “L” en primero de carrera. Pero, en general, me acuerdo mucho de todos los compañeros y compañeras con los que coincidí. Al final son muchísimos los momentos que vives durante la carrera y necesitaría otra entrevista entera para contarlos todos. Por destacar alguno, recuerdo el gallinero que se montaba en el pasillo antes de cada examen, era gracioso ver el nerviosismo colectivo y las complejas estrategias de la gente para escoger un “buen sitio”.

Tengo también un recuerdo muy dulce de aquellas veces que me presentaba a un examen estando un poco verde y al final aprobaba con un 5.0 raspado (no sé cómo sería sacar un 10 pero a mí me sabía igual o mejor). Y en lo que a las asignaturas se refiere, tengo muy buen recuerdo de aquellas clases que eran más dinámicas, con presentaciones y debates y en los que profesor y alumno intercambiaban conocimientos y opiniones constantemente; a esas no solía faltar nunca… je je je.