… asistíamos a un estadio muy importante, uno más, de la construcción de Europa. Desde la perspectiva actual, éramos, todos nosotros, optimistas al 100%. No creo que, a corto o medio plazo, volvamos a vivir una época similar de “saltos hacia adelante”. Hoy en día nos encontramos más bien en una etapa de consolidación, de salvaguardia de lo conseguido, de crítica en muchos casos, con un apetito hacia el riesgo muchísimo menor, cuando no inexistente. No estoy seguro de que a día de hoy valoremos como se merece todo lo conseguido, no solo en esos años, sino desde el inicio del proyecto europeo.
Los primeros años de tu carrera profesional, entre 1991 y 2003, transcurrieron en Euskadi: profesor universitario, asesor jurídico del Gobierno Vasco y Asesor de Asuntos Europeos del Gabinete del Presidente, en el Parlamento Vasco. Años cercanos a la incorporación de España a la Unión Europea (1985-1986) y a la aprobación de los tipos de cambio irrevocables, el nacimiento del euro como moneda común, la constitución del Eurosistema y la puesta en circulación del euro como moneda de curso legal en los países miembros de la misma (1998-2002). Desde la perspectiva del entonces asesor del gobierno y del parlamento de una Comunidad Autónoma, ¿cómo se vivieron aquellos años?
Fueron años de una enorme ilusión, de grandes esperanzas, en los que pudimos contemplar, y no solo desde una perspectiva institucional, sino como ciudadanos europeos de a pie, cómo se daban una serie de pasos de gigante que confiábamos nos llevarían a un futuro prometedor, mucho mejor que el presente incierto (como todos los presentes) de aquel entonces. Nos encontrábamos en una situación de crecimiento económico, de recuperación, de cambio que intuíamos a mejor. Recordemos que la economía vasca del momento, incluso con un 30% de crecimiento real, el PIB por habitante, después de la década terrible de los 80, se situaba en 1997 tan sólo en el mismo valor que tenía en 1988. Queríamos “avanzar”, en todos los sentidos.
Por ello, sin formar parte de las ‘primeras generaciones’ de aquellos que vivieron el proyecto europeo desde sus inicios (recordemos que en Euskadi somos pioneros en este sentido, habiendo comenzado la andadura ya en los años 30), asistíamos a un estadio muy importante, uno más, de la construcción de Europa. Desde la perspectiva actual, éramos, todos nosotros, optimistas al 100%. No creo que, a corto o medio plazo, volvamos a vivir una época similar de “saltos hacia adelante”. Hoy en día nos encontramos más bien en una etapa de consolidación, de salvaguardia de lo conseguido, de crítica en muchos casos, con un apetito hacia el riesgo muchísimo menor, cuando no inexistente. No estoy seguro de que a día de hoy valoremos como se merece todo lo conseguido, no solo en esos años, sino desde el inicio del proyecto europeo.
Posteriormente, en 2003 te incorporas a la Comisión Europea como funcionario de carrera y comienzas a trabajar en la Dirección General (D.G.) de Empresa e Industria. De la periferia al corazón de la Unión Europea. ¿Cómo viviste tú este cambio? ¿Y tu entorno?
Lo cierto es que llevaba ya tiempo dándole vueltas a la posibilidad de dar el “salto” a Bruselas. Me parecía un paso más, totalmente natural, de mi andadura profesional, que ya llevaba unos años centrada en el ámbito de la UE. En ese sentido, sin demasiados problemas, porque para mí no representó un cambio demasiado fuerte en relación con el tipo de trabajo o las tareas a desempeñar en comparación con las que ya estaba desarrollando en el Parlamento o había desarrollado con anterioridad en el Gobierno Vasco. Por supuesto, sí que implicó otra serie de cambios radicales a nivel personal, como la cuestión lingüística o la adaptación a los usos y costumbres de la administración local. El hecho de haber llegado acompañado por mi esposa hizo más fácil toda la singladura. Desde luego, para ella fue completamente diferente: había dejado su trabajo para seguirme… Pero nos adaptamos enseguida y aquí nació nuestra hija poco después. Bruselas puede parecer al principio una ciudad no demasiado atractiva, pero tiene muchas cosas por descubrir y ofrece una calidad de vida importante. Es una ciudad de dimensión humana, no demasiado grande, en la que puedes encontrar absolutamente de todo. Un espacio cosmopolita donde no resulta demasiado difícil hacer nuevas amistades. Aunque tal vez debería mencionar que a los ‘creyentes’ en el proyecto de integración europea tal vez nos cueste menos adaptarnos a este entorno…
La unidad en la que trabajas desde 2018 se encarga de la prevención tanto del blanqueo de capitales como de la financiación del terrorismo, dentro de la D.G / FISMA de Estabilidad Financiera, Servicios Financieros y Unión de los Mercados de Capitales. A la población le resultan preocupantes el incremento de multimillonarios internacionales que se dedican a invertir en bienes inmuebles de altísimo nivel en países distintos a los suyos, la existencia de paraísos fiscales y los arsenales de última generación en manos de narcotraficantes y grupos terroristas de todo signo. ¿Cómo se afrontan estas preocupaciones en la Comisión Europea?
Se trata de una problemática que se toma muy en serio, como no podría ser de otra manera. Lo que cada vez está más claro es que el objetivo del marco de lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo de la UE, que es el de proteger la integridad del sistema financiero de la UE, es un aspecto fundamental e inseparable de la protección de la libertad, la justicia y la seguridad de los ciudadanos europeos.
Estamos hablando de situaciones reales que se dan a diario, de delincuentes que, recurriendo a sociedades fantasma, pueden encubrir el origen y el destino de los fondos de origen criminal, además de ocultar al beneficiario real de la operación. Estos fondos pueden utilizarse simplemente para fines de lucro personal, pero también para desestabilizar países enteros. Al arrojar luz sobre los flujos de dinero sucio, que es a lo que nos dedicamos en nuestra unidad, se contribuye directamente a defender la democracia y la seguridad de los ciudadanos de la UE. Todos los Estados miembros coinciden en la importancia de la coordinación internacional y el intercambio de información entre los países. De igual forma, el papel de organismos internacionales como Naciones Unidas, GAFI e INTERPOL es fundamental para coordinar la acción global y, desde la Comisión Europea, desempeñamos un papel nada desdeñable en ese sentido.
Tras tu larga experiencia, ¿echaste de menos algo que te hubiera ayudado a adaptarte más rápidamente a los cambios profesionales que afrontabas? ¿Qué te hubiera gustado haber encontrado en la programación académica de tu carrera universitaria que te lo hubiera facilitado?
Dos cosas, sobre todo: en primer lugar, la enseñanza de idiomas, que en mis tiempos de estudiante (antes, durante y después de los estudios universitarios) resultaba manifiestamente mejorable. En segundo lugar, esa separación tan artificial entre la formación universitaria y la vida laboral, una contraposición forzada entre la teoría y la práctica, que se daba entonces. Una mayor integración entre la formación académica y la experiencia laboral no es que me parezca deseable, es que la considero absolutamente imprescindible.
Por último, además de darte las gracias por estas líneas, ¿qué recuerdos guardas de tu paso por las aulas de la Universidad de Deusto?
A riesgo de resultar tópico, recuerdo mi paso por Deusto con gran cariño y como un periodo excepcional. En sus aulas recibí, sobre todo, excelentes ejemplos y una preparación para el futuro que no se limitaba a lo académico: curiosidad intelectual, amor por el trabajo bien hecho, valoración de la diferencia y del diferente… El orgullo sentido durante la graduación y el vértigo ante el futuro laboral, todavía incierto… Pero, si tuviera que quedarme con un recuerdo tan solo, sería el deseo de profundizar todo lo posible en aquello tan intrigante del Derecho de la Comunidad Europea, que sentí desde las primeras clases impartidas por la profesora Beatriz Pérez de las Heras, en lo que entonces era un módulo de introducción al Derecho Internacional Público, allá por el ochenta y tantos.