¡Enhorabuena por el galardón! Desde 2007 has tenido una brillantísima carrera profesional en puestos directivos del mundo del deporte. Tus pasiones: el golf y el baloncesto. ¿Es posible, entonces, compaginar la pasión con el trabajo, la vocación con la profesión? ¿Podrías darnos algunas pistas al respecto?
Muchas Gracias. Desde que tengo consciencia de mí misma mi gran pasión ha sido el deporte. Me hubiera encantado haber podido ser deportista profesional. A los 7 años no pude jugar a fútbol porque decían que no era un deporte para chicas. En esa época sólo te quedaban dos opciones, si tenías suerte, como era mi caso, practicar deporte en el ámbito familiar, ciclismo y tenis con mis primos, o jugar al baloncesto que era el deporte que había en el colegio para las chicas.
Pero lejos de desesperarme o rendirme empecé a participar de otra manera en diversos deportes: como delegada en golf, jueza en natación, consejera hasta llegar a ser elegida presidenta de un club profesional de baloncesto. En mi caso, mi carrera profesional se tuvo que desarrollar al margen del deporte, mi dedicación a él ha sido siempre de un gran compromiso por la pasión que siento por ese mundo, pero siempre de manera voluntaria. Me hubiera encantado tener la oportunidad de que mi gran pasión se hubiera convertido en mi profesión, pero eso no era posible.
Llegas al GBC en un momento delicado para el club, tanto económica como deportivamente. Muchas personas dedicadas a la alta dirección prefieren elegir retos menos complejos. Dicho de otra manera, más cómodos… ¿Qué te hizo dar ese paso?
Yo ya era vicepresidenta del GBC. La pasión y el sentido de la responsabilidad me hicieron aceptar un reto, desde luego, nada fácil, aunque apasionante. También tengo que decir que son los momentos de crisis en los que se nos brindan más fácilmente estas oportunidades a las mujeres y yo di ese paso al frente. Como he dicho, era un sueño que siempre he perseguido y cuando se me presentó la oportunidad no dudé. También asumí que podía convertirme en “ese” referente para otras mujeres, que podía visibilizar una realidad hasta entonces casi inédita: una mujer presidenta de un club de baloncesto masculino participante en la liga ACB. A partir de ese momento la frase de Marian Wright Edelman “no puedes ser lo que no puedes ver” se convirtió en una de las frases de referencia en mi presencia pública. He tratado siempre de hacerme visible para hacer patente que las mujeres no tenemos nada que demostrar, sencillamente estamos sobradamente capacitadas y preparadas para ocupar puestos de alta dirección.
Como segunda mujer en la historia del baloncesto español en presidir un club de la Liga ACB y la única que ha sido presidenta de esta liga durante más de una temporada, ¿qué aconsejarías a otras mujeres para afrontar su carrera profesional con decisión para llegar a puestos de alta dirección en entidades deportivas? ¿Y en otras áreas profesionales?
Primero no dudar de nuestra propia capacidad. No tenemos nada que demostrar, no tenemos que plantearnos las cosas en términos de “o lo hago perfecto o no lo hago”. Las mujeres no presentamos nuestra candidatura a puestos de trabajo si no cumplimos con un 90% de las condiciones que se piden, los hombres, sin embargo, se presentan si cumplen un 60%. No podemos dejar que se desplome nuestra autoestima y confianza por una serie de estereotipos que nos han grabado a fuego. Hay que dar pasos al frente, aunque ese primer paso cueste porque vivimos en una sociedad que no nos trata con justicia e igualdad.
Hay que reivindicar, cada vez que podamos, que somos el 60% de las universitarias y más del 50% de la población y sin embargo no llegamos al 30% en puestos de alta dirección. Tenemos el derecho y la obligación a ser tratadas en igualdad de oportunidades. Esta sociedad no puede permitirse el lujo de desperdiciar nuestro talento cerrándonos el paso hacia esos puestos directivos, no vivimos en una meritocracia, pese a lo que digan. Afortunadamente las empresas son cada vez más conscientes del beneficio de contar con el talento de las mujeres y trabajan para terminar con esos techos de cristal. Y a las mujeres, decirles que hay que ir a por esa oportunidad sin ningún complejo.
En estos treinta años de experiencia profesional ¿Podrías compartir alguna que te haya marcado particularmente? Asimismo, ¿podrías acercarnos un poco a cómo es por dentro un club deportivo que compite en su liga de honor?
Si tuviera que elegir una experiencia que me marcara, sería el día en que saltó a los medios que me habían elegido presidenta del GBC. De repente fui consciente del abismo que supone una actividad directiva en un ámbito privado y en uno público, expuesta a los medios. El tremendo revuelo que se formó era porque era mujer, no el difícil reto que tenía por delante y me di de bruces con una realidad terrible: aún estábamos así.
Respecto a cómo es un club ACB, es una Sociedad Anónima Deportiva que cuenta, además, con peculiaridades que hacen compleja su dirección. Por un lado, está el club: trabajadores, entrenadores, jugadores y socios. Por otro está la afición, los medios de comunicación, las instituciones y los sponsors. Gestionar esta complejidad con intereses tan diversos no es tarea fácil. Por suerte el equipo de trabajadores y trabajadoras del GBC es el mayor activo del club. Grandes profesionales y mejores personas. Muchas veces, con nuestro presupuesto, el más bajo de la ACB, era casi un milagro hacer todo lo que hacíamos.
¿Qué aconsejarías a las y los Alumni de la Universidad de Deusto para enfocar sus carreras profesionales, sensibilizarse y colaborar con iniciativas que promuevan la igualdad?
Primero formarse en igualdad. Para poder cambiar las cosas es muy importante ser conscientes de la sociedad en la que vivimos. Entender los mecanismos que hemos creado y que sostienen este sistema injusto para las mujeres. Si no te enseñan a mirar no es posible ser consciente y seguirás perpetuando esos estereotipos injustos. A partir de ponerse esas “gafas moradas”, estaremos en condiciones de ver las trampas y techos de cristal. Hombres y mujeres debemos trabajar juntos porque los estereotipos y sus consecuencias nos afectan a todos y a todas.
En segundo lugar, poner siempre a las personas en el centro, trabajar la empatía. Hay una frase de Eduardo Galeano que refleja bien lo que pienso: “somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, no vale acomodarse a lo que hemos aprendido consciente o inconscientemente. Debemos saber por qué actuamos, para qué, y cambiar lo que nos parezca injusto. Les animo a formar equipos de trabajo con personas que luchen contra los estereotipos y se atrevan, desde el lugar que ocupen en la sociedad, a cambiar lo que no esté bien.
Para finalizar, no sin antes agradecerte por tu tiempo y por toda tu carrera profesional, te deseamos lo mejor en esta nueva fase vital. ¿Qué te gustaría compartir con nosotros de tus años como estudiante en Deusto?
Me quedo con el recuerdo imborrable de mis años en el Colegio Mayor, de la enorme calidad humana y académica del profesorado y, como no, de la cantidad de amigos que aún mantengo de aquella época.