Nos hacen falta muchas dosis de sensibilización y de entender la riqueza de nuestra sociedad, que es diversa, y que todos y cada uno de sus integrantes, incluidas las personas con discapacidad, vulnerables o diferentes, sin más, aportan algún valor del que no podemos prescindir. Hasta que no asumamos como sociedad el valor y la necesidad de esa diversidad no podremos hablar de igualdad de derechos plena.
Tras tu paso por la universidad, te incorporas a distintos ámbitos laborales hasta llegar al tercer sector en el que llevas los últimos 18 años. ¿Qué diferencias y similitudes has encontrado entre ellos?
Creo que la diferencia más significativa es el sentido de las propias organizaciones que conformamos el tercer sector. Cada una de nosotras somos la propia sociedad civil organizada, diversa y plural, con unos valores muy marcados y con un objetivo claro de transformación social. Es cierto que las organizaciones empresariales, en general, han avanzado mucho estos últimos años en responsabilidad social y valores, pero estos aspectos están en la génesis y en el ADN de las organizaciones del tercer sector.
El tercer sector en Euskadi lo conformamos más de 5.000 organizaciones, 150.000 voluntarios y más de 20.000 personas trabajadoras. Creo que es un conjunto muy potente para seguir construyendo una sociedad más solidaria, más justa y más participativa. A nivel personal, me enorgullece ser parte de todo esto y aportar mi granito de arena en esa construcción.
En concreto, Apnabi Autismo Bizkaia la conformamos más de 1.500 personas con autismo y sus familias, y día a día trabajamos más de 400 profesionales en mejorar su calidad de vida, a la vez que buscamos esa transformación social. Y aunque debemos estar marcados por la sostenibilidad económica, queda más lejos la búsqueda de rentabilidad como en las organizaciones empresariales ordinarias, y esto hace que tu trabajo tenga un sentido diferencial.
Cuando era estudiante ni en mis mejores sueños podía aventurar que tendría la oportunidad de desarrollar gran parte de mi carrera profesional como gestor en una organización de este tipo. Desde luego que no estaba en el imaginario de quienes terminábamos en La Comercial hace casi 35 años. A pesar de que los retos y problemas, a veces, son grandes, la satisfacción personal por el proyecto a desarrollar no tiene límites. Y sobre todo, poder acompañar a tantas personas y familias, hacerlo en su día a día, en sus preocupaciones, inquietudes y miedos, pero también en sus logros y alegrías, intentando entre todos y todas hacer una vida más fácil y construyendo un mundo mejor.
APNABI se enfoca en brindar apoyo y servicios a personas con autismo y sus familias. Además de la atención terapéutica, la educación y la formación laboral de las personas usuarias de vuestros servicios, no podéis obviar los retos que enfrenta la sociedad: la concatenación de las crisis creadas por la COVID-19 y la guerra en Ucrania, la precariedad laboral, la crisis económica, la transformación digital. ¿En qué medida estas situaciones influyen en vuestro día a día y en el de las personas a quienes atendéis? ¿Cómo lo afrontáis?
Me gusta hacer el símil de que nuestra organización es como un circo de tres pistas que se abre todos los días, donde a veces hay que hacer equilibrios y cabriolas para remontar, donde en ocasiones te enfrentas a difíciles situaciones y donde también es necesario reír de vez en cuando. Todos los días salen 24 líneas de autobuses a buscar a más de 400 personas con autismo, a su casa familiar o a uno de los 12 hogares que tenemos, para trasladarles a alguno de los 3 centros escolares o de los 13 centros de día que gestionamos. Más de 13.000 intervenciones clínicas y sociales, actividades de fin de semana, respiros, colonias, grupos de tiempo libre, excursiones, etc. La actividad es incesante.
Y, detrás de todo este maremágnum, está un grupo de profesionales extraordinario, con vocación y dedicación, que acompaña y apoya a las personas con autismo y a sus familias en todos sus procesos vitales.
Con todo este conglomerado, y para afrontar todos los retos que se nos plantean, tenemos la obligación de ser una organización fuerte, actualizada e innovadora, y no diferente a cualquier organización empresarial. Por eso llevamos muchos años en gestión avanzada, contamos con nuestro VI Plan Estratégico que nos marca nuestros retos y objetivos futuros, tenemos un ambicioso plan de innovación, ponemos mucho énfasis en la gestión de personas: la acogida, formación, el relevo generacional, la transferencia del conocimiento. Y contamos con muchos procesos transversales que dan respuesta a nuestras necesidades y las de nuestro entorno: certificación ISO 9000, planes de igualdad y de euskera, plan de sistemas y de protección de datos, plan de prevención y seguridad, etc.
Todo esto ha hecho –y hace- que podamos dar respuesta de una manera ágil y acertada a todas las vicisitudes que nuestra sociedad, en general, ha ido sorteando estos últimos tiempos. Es fundamental ser una organización flexible y capaz de responder a la coyuntura que se plantee.
Además, las personas con autismo y sus familias nos han dado una lección de adaptación y resiliencia sobre todo durante la pandemia. Si ya de por si es complicado convivir con el autismo, las condiciones que nos ha planteado la lucha contra la COVID-19 ha supuesto un reto para todas nuestras familias, que, acostumbradas a lidiar con las dificultades, han sabido adaptarse y responder de una manera espectacular.
Las trece entidades que formáis FEVAS trabajáis por los derechos de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo y de sus familias. En cuanto a la inclusión y la igualdad de oportunidades de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, ¿te parece que ha habido cambios significativos en la sociedad a este respecto en los últimos años? ¿Qué es lo que más se echa de menos?
Fevas es la federación vasca que, desde hace más de 40 años, agrupa a las asociaciones de familias de personas con discapacidad intelectual o del desarrollo (autismo y parálisis cerebral). Y, sí, los cambios en las dos últimas décadas han sido muy significativos.
Como muy bien dices, ahora hablamos de derechos. Se intenta huir de aquel concepto de ‘beneficiencia’ del que hablábamos hace años y que, lamentablemente, aún queda a veces en el enfoque de algunos planteamientos.
Han sido básicos los cambios normativos. Uno de los más relevantes fue la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada por las Naciones Unidas en 2006 y ratificada posteriormente por España. Esta convención protege y asegura la igualdad de derechos para todas las personas con discapacidad, promoviendo su dignidad. Más recientemente podemos hablar del derecho al voto (Ley Orgánica 2/2018, del Régimen Electoral General para garantizar el derecho de sufragio de todas las personas con discapacidad) o de la Ley 8/2021, por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica.
Pero una cosa es lo normativo y otra la asunción de nuestra sociedad de todos estos derechos. Aunque hemos avanzado mucho esta última década nos queda aún un largo camino por recorrer. Nos hacen falta muchas dosis de sensibilización y de entender la riqueza de nuestra sociedad, que es diversa, y que todos y cada uno de sus integrantes, incluidas las personas con discapacidad, vulnerables o diferentes, sin más, aportan algún valor del que no podemos prescindir. Hasta que no asumamos como sociedad el valor y la necesidad de esa diversidad no podremos hablar de igualdad de derechos plena.
En este sentido, ¿cómo valoras el estado de la integración en el mercado laboral de estas personas?
El empleo de las personas con autismo es otro gran reto en nuestra sociedad. Desde Apnabi estamos consiguiendo grandes logros de empleabilidad en nuestro colectivo. Para nosotros cada persona y cada proceso son únicos.
Existe una normativa por la cual todas las empresas de más de 50 trabajadores deben contratar un 2% de personas con discapacidad intelectual. Sin embargo, más allá de esta obligación legal, desde Apnabi queremos convencer de que las personas con autismo tienen una gran aportación. Como comentaba antes, también la diversidad enriquece las empresas y las organizaciones. Hay mucho talento por descubrir e identificar en este colectivo. La propia universidad de Deusto es una de las organizaciones clave y ejemplo en estos procesos.
Tal y como publicábamos recientemente, actualmente son 500 las personas adultas con un trastorno del espectro del autismo (TEA) que reciben algún tipo de apoyo por parte de APNABI. Sobre el 45% de ellas son personas enfocadas a un claro itinerario laboral, en búsqueda activa de empleo o trabajando en su mantenimiento. Así, hemos cerrado el año 2022 con casi 230 personas participando en los programas de Empleo con Apoyo, orientación y el seguimiento, formación o el centro ocupacional de la asociación. Además, un total de 20 personas han conseguido un empleo, y son ya más de 50 las personas adultas con TEA de APNABI que mantienen un puesto de trabajo, un aspecto clave para una vida adulta independiente y de calidad. Cada vez son más las empresas que se implican en Bizkaia y animo desde aquí a que se sigan sumando.
¿Qué dirías a las y los Alumni de la Universidad de Deusto respecto a su percepción de, apoyo a e implicación con entidades del tercer sector?
El tercer sector social de Euskadi, como he comentado antes, es muy diverso y muy potente, con un volumen económico de más de 500 millones de euros. Además de poder ofrecer multitud de colaboraciones a través del voluntariado, también ofrece posibilidades de desarrollo profesional. Y, me atrevo a confesar, por experiencia propia, que, sobre todo, ofrece grandes oportunidades de desarrollo personal, fundamentalmente en valores. Creo que el espíritu y la filosofía de la Universidad de Deusto están muy ligados a los valores del tercer sector, la solidaridad, la honestidad, integridad, y en educar a mujeres y hombres para los demás, la piedra angular del voluntariado y de las organizaciones sin ánimo de lucro.
No sin antes agradecerte por tu participación en este número de Deusto Alumni Time, ¿qué recuerdos guardas de tus años como estudiante en la Universidad de Deusto?
Os agradezco la posibilidad de participación en este número y de poder compartir mi experiencia profesional, sobre todo por la oportunidad de visibilizar un poco del mundo del autismo, y, aunque me da un poco de apuro, hablar también de mí mismo.
Tengo un gran recuerdo de mi paso por Deusto. De hecho, han pasado casi 35 años y todavía mantengo grandes amigos de aquella época. Fueron unos años intensos en La Comercial, donde pasábamos muchas horas, mañana y tarde, entre clases, estudio, trabajos, prácticas, etc. Y tengo una especie de sentimiento de unión con todas las personas que convivimos durante la carrera y, aunque no coincida a menudo con todos ellos, cada vez que tengo la oportunidad de ver o saludar a alguien de aquella época me aflora una pizquilla de emoción, de haber compartido algo importante en nuestra vida.