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Algunas de las cosas más bonitas de un corresponsal es tener la libertad de poder contar historias apasionantes, poder dar voz, visibilizar y denunciar las miles de situaciones que violan los derechos humanos de las personas

Entrevistamos a Arantxi Padilla, corresponsal de EITB en Latinoamérica.

Licenciada en Humanidades: Comunicación por Deusto, periodista, trotamundos… ¿Quién es Arantxi Padilla?

Soy una persona bastante sencilla, sociable, muy familiar, alegre, optimista, abierta a conocer nuevos lugares, sin miedo a arriesgar, y, al mismo tiempo, soy una persona muy consciente de lo afortunada que soy por el hecho de haber nacido en este punto del planeta y haber tenido todo: un hogar, comida, educación, amor, una vida fácil. Soy muy sensible, y bastante protestona con las injusticias, y eso se refleja mucho en los trabajos de vida profesional.

La carrera profesional depara situaciones sorprendentes en la vida. ¿Cómo una villabonatarra acaba en Colombia como corresponsal de Latinoamérica de EITB?

Siempre he tenido ganas de conocer el mundo desde una perspectiva social y humana. Mi vida de adolescente está marcada por muchos veranos consecutivos viajando a Bosnia junto a mis hermanos y mis padres en un autobús de Sos Balkanes nada más acabar la guerra, y, años más tarde, gracias a un voluntariado en Etiopía, conocí la inmensa labor del hernaniarra Angel Olaran con los niños de allí.

Todo ello, sin duda alguna, trazando una manera de ver la vida y un perfil que encajaba para la labor de Corresponsal en un país como Colombia, y un inmenso continente como América Latina. Cuando pasó ese tren, no lo dudé. Estaba trabajando en la redacción de la tele y, al mismo tiempo, impartía clases en la Escuela de Música de Tolosa, pero decidí dejarlo todo y arriesgar.

¿Cómo es la vida en Colombia para una mujer corresponsal? ¿Qué Colombia te encontraste: la Colombia insegura que vemos en la televisión o un país fantástico con muchísimas oportunidades?

Llegué a Colombia teniendo presente todos los estereotipos que tenía el país, pero con unas ganas intensas de empezar de cero. Me encontré sola en un país de un nivel de inseguridad y violencia común (de calle) que no conocía y a la que me tuve que acostumbrar, con mucha desigualdad social, y, al mismo tiempo, con una amabilidad, fuerza y alegría de vivir de la gente que me sorprendió muchísimo. Colombia fue mi casa durante casi seis años de mi vida, y me dio la oportunidad de crecer como persona y como profesional. He tenido la gran fortuna de conocer a miles de personas y situaciones en toda Latinoamérica que jamás me hubiera podido imaginar.

En cuanto al día a día, la vida de una corresponsal está muy atada al trabajo y a la actualidad; estás siempre pendiente del móvil y con una disponibilidad de 24 horas al día. Trabajas a deshoras por el cambio horario con Euskal Herria, y, en cualquier momento, puede que tengas que coger un avión para marcharte a algún otro lugar o país latinoamericano sin saber cuándo volverás ni lo que te vas a encontrar.

La muerte de Hugo Chávez o los campamentos de las FARC. ¿Eres consciente de que has contado momentos históricos?

En ese momento de mucha adrenalina, prisas, intensidad, no te das cuenta, porque lo que más te importa es sacar tu trabajo adelante, contar bien todo lo que estás viendo, poder mandar todo el material sin problemas y llegar a los puntos del directo con tiempo. Intentas disfrutar y masticar también ese momento, porque eres consciente de que no se va a volver a repetir, y que al mismo tiempo eres una afortunada de poder estar ahí y vivirlo. Con el paso del tiempo, cuando echas la vista atrás te das cuenta de lo que suponen esos momentos, y te sientes súper agradecida.

Una de las labores de una corresponsal, a parte de la información del día a día, es buscar historias que merezcan ser contadas…

Realmente es un trabajo apasionante que te lleva de un lugar a otro sin saber a quién conocerás ese día, ni qué habrás aprendido cuando caiga la noche, pero todo lo que cuentes tiene que llegar a esa persona que se sienta frente al televisor a ver las noticias, y, en la medida de lo posible, hacerle reflexionar. Yo siempre buscaba temas sociales. Creo que algunas de las cosas más bonitas de un corresponsal es tener la libertad de poder contar historias apasionantes (muy duras muchas veces), poder dar voz, visibilizar y denunciar las miles de situaciones que violan los derechos humanos de las personas. Eso también es nuestra responsabilidad como periodistas y como seres humanos.

¿Cómo es la vuelta a Euskadi después de tantos años fuera? ¿Qué proyectos tienes en un futuro próximo?

Después de casi seis años fuera de casa, sabes que la adaptación no será fácil y que lleva su tiempo, porque tú eres una persona diferente y tienes que volverte a acostumbrar a lo que ya te habías desacostumbrado. Todo es igual y diferente al mismo tiempo, por lo que tienes que tener paciencia contigo mismo sobre todo (risas). Yo tenía muchas ganas de tener cerca a mi familia y amigos, que es lo que realmente se extraña cuando vives fuera, y eso ha facilitado mucho todo el proceso.

Ya ha pasado casi año y medio desde que regresé, me incorporé a la redacción de informativos de ETB, y estoy trabajando muy a gusto, pero sigo abierta a futuros proyectos que puedan surgir. Dicen que a los corresponsales nos inyectan algo que nos impide estar quietos en un mismo lugar durante mucho tiempo (risas). No se debe descartar nada en esta vida.