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Hilario Pérez Meñica

Aimar apoyando a su aitite en una carrera

En la universidad he encontrado mucho más que conocimiento: he encontrado personas. Profesores que transmitían pasión por lo que hacían y compañeros que se convirtieron en amigos y cómplices de aprendizaje. He sentido cariño, respeto y cercanía. Aquello fue para mí como un sirimiri constante que, sin darme cuenta, me caló por completo. Me quitó miedos, me rompió etiquetas y me ayudó a creer más en mí. En Deusto volví a sentir la magia de aprender, de compartir y de crecer, no solo como estudiante, sino como persona

Empezaste muy joven a trabajar y eso te impidió realizar estudios superiores. Sin embargo, cuentas con una interesante trayectoria profesional. Cuéntanos cuáles ha sido tus pasos y qué te ha guiado en cada uno de ellos.

Foto: 50 aniversario del primer equipo femenino del Tabirako, partido de veteranas

Mi trayectoria ha estado siempre marcada por la familia, el trabajo y la pasión por la madera. Desde muy joven tuve que ayudar en casa y encontré mi camino en una carpintería del barrio, donde descubrí la magia de transformar un trozo de madera en algo útil y hermoso. Con poco más de 12 años mi ama me preguntó a qué me quería dedicar y dije que a la carpintería. Mi maestro, Pedro Zamallona, me enseñó no solo el oficio, sino también a amar el trabajo bien hecho y a entender que detrás de cada pieza hay emoción y dedicación. De aprendiz, yo soñaba con el día en que me dejaran llevar el lapicero en la oreja y el metro en el bolsillo, como los oficiales. Pedro siempre me decía que tuviera paciencia, que era como una berza en la huerta: debía crecer despacio, con hojas frescas, sin prisa. Un día, después de mucho tiempo, me entregó un lapicero y un metro y me dijo: “Hilario, ponte el lapicero en la oreja, que ya vas a trabajar con metro”. Yo le pregunté si eso significaba que ya era una berza, y él me respondió: “Tú ya eres lo que tú quieras ser”.

Con el tiempo, y porque al volver de viaje de novios la carpintería había cerrado decidí emprender por mi cuenta, con el apoyo incondicional de mi mujer, Uri, de mi hermano Santi y de mi cuñada Pili (hermana de Uri). Vivimos momentos difíciles, pero siempre salimos adelante con trabajo, honestidad y mucha ilusión. La empresa creció, aunque reconozco que cuando me convertí en empresario dejé de sentir aquella magia de los inicios. A mí me gustaba hacer magia, no ser empresario. Por eso, al llegar el momento de retirarme, con el beneplácito de mi hermano Santi que era mi socio, quise devolver lo que la vida me había dado, cediendo la empresa por un euro a las personas que habían estado siempre a nuestro lado. Hoy miro atrás con orgullo, no por lo que he tenido, sino por lo que he podido construir con mis manos, con esfuerzo y con el corazón.

En el curso 19-20, ya jubilado decides empezar el Titulado Universitario en Cultura y Solidaridad.  Una vez acabado has realizado otros cursos del programa Ocio Cultural Universitario. ¿Qué te llevó a la universidad y qué has encontrado en sus aulas?

Foto: En la XVII carrera Las Arenas-Bilbao

Lo que me llevó a la Universidad de Deusto fue una deuda pendiente conmigo mismo: la de aquel niño que no pudo seguir estudiando por las circunstancias familiares. Sentía una enorme gratitud hacia mis padres, que siempre me inculcaron el valor del esfuerzo, y una curiosidad constante por entender cómo funciona el mundo. Un día me acerqué a Deusto, sin estudios previos, solo con ilusión y ganas de aprender. Me recibieron con los brazos abiertos, y recuerdo aquellos primeros días llenos de nervios, sintiéndome fuera de lugar, hasta que empecé a conocer compañeros y profesores que me hicieron sentir parte de algo grande. Cada clase era un descubrimiento y cada conversación, una lección de vida. Me maravillaba escuchar a gente con trayectorias impresionantes y pensar: “¿cómo he llegado yo aquí?”. Pero pronto entendí que todos aprendíamos unos de otros.

En la universidad he encontrado mucho más que conocimiento: he encontrado personas. Profesores que transmitían pasión por lo que hacían y compañeros que se convirtieron en amigos y cómplices de aprendizaje. He sentido cariño, respeto y cercanía. Aquello fue para mí como un sirimiri constante que, sin darme cuenta, me caló por completo. Me quitó miedos, me rompió etiquetas y me ayudó a creer más en mí. En Deusto volví a sentir la magia de aprender, de compartir y de crecer, no solo como estudiante, sino como persona.

Entrevista en Durangaldeko Telebista. Despedida de la Presidencia del Tabirako (19/06/2025)

Una faceta muy destacada tuya es la deportiva. Eres un corredor experimentado. Recientemente has dejado la Presidencia del Tabirako, cargo al que accediste, en tu segunda etapa, en un momento muy delicado del club. En el club habéis desarrollado algunos proyectos muy sugerentes. ¿Qué es el deporte para ti? ¿Cómo lo vives?

El deporte ha sido para mí mucho más que una actividad física: una fuente de equilibrio. De joven jugué al fútbol, pero en casa primaba el trabajo, así que seguí otro camino. Aun así, continué jugando hasta los 50 años con mis amigos, hasta que el peso del trabajo empezó a pasar factura. Fue entonces cuando mi hija Olatz, gran deportista, me animó a salir a correr con ella. Aquellas carreras, que al principio fueron puro esfuerzo, se convirtieron en momentos de conexión, de calma y de conversación. Descubrí que correr no solo fortalecía el cuerpo, sino también la mente y la relación con mi hija. Y empecé a hacer carreras, maratones, etc. Y hasta hoy estoy en ese mundo. Pero los kilómetros más llevaderos, los que menos me han cansado, han sido las conversaciones con mi hija.

De mi paso por el Tabirako destaco, sobre todo, el compromiso y la entrega desinteresada de todas las personas que forman parte del club. Es un proyecto profundamente humano, donde todo se hace desde el voluntariado y el amor por el baloncesto. Recuerdo cómo, después de trabajar, inflábamos balones, cosíamos camisetas o preparábamos hielo, porque todo lo hacíamos entre todos. En el Tabirako no importaba ganar campeonatos, sino formar personas comprometidas, respetuosas y con valores. Siempre he pensado que, en este club, ganar es mucho más que un marcador: es aprender a trabajar en equipo, a respetar al rival y a crecer personal y colectivamente. Esa filosofía de “dar gratis lo que gratis hemos recibido” define lo que somos: una familia que comparte esfuerzo, ilusión y comunidad.

Con el tiempo, el Tabirako también se ha convertido en un referente de inclusión social. Hemos integrado a personas con discapacidad intelectual, creando el Tabirako Baqué Alai, un proyecto que considero uno de los mayores logros de mi vida. Ver la felicidad de una familia al contemplar cómo su hijo corría por primera vez, o cómo las familias encuentran apoyo y amistad en los entrenamientos, son canastas que valen más que cualquier título. Hoy el club sigue creciendo con la mirada puesta en el futuro, impulsando iniciativas como el baloncesto en silla de ruedas y abriendo espacios donde todos puedan participar. Aunque ya no formo parte de la directiva, sigo muy vinculado a la parte social, porque creo firmemente que el deporte tiene la capacidad de transformar vidas y construir una sociedad más humana y solidaria.

Con el Tabirako Baqué Alai

Para terminar, si tuvieras que elegir un mensaje para transmitir a las nuevas generaciones, ¿cuál sería?

Si tuviera que dejar un mensaje a las nuevas generaciones, les diría que sean solidarios, comprometidos y valientes. Que no tengan miedo a equivocarse, porque de los errores también se aprende, y que entiendan que el individualismo no lleva a ningún sitio: somos una gran familia y todos nos necesitamos. Les animaría a dar gratis lo que gratis han recibido, a practicar la empatía y la escucha, y a ser críticos, pero siempre desde la inteligencia y la construcción. Vivimos en una sociedad que envejece y necesita de su energía, de su implicación y de su capacidad para crear un futuro más justo y humano. Les recordaría que en el fondo no dejamos de ser una familia numerosa, donde todos nos vamos a necesitar tarde o temprano.

Fotografías: Hilario Pérez Meñica
Foto de portada: Celebrando la Graduación del Titulado con la familia. De izquierda a derecha: Santi (hermano), Pili (cuñada y hermana de Uri), Olatz, [Hilario], Uri, Javier (primo)