No hay tanta gente exclusivamente buena o mala, sino muchos grises. Cada persona tiene su mochila, de la que no tenemos ni idea. Así que deberíamos de tratarnos siempre con más cariño y comprensión, sin dejar de lado que, por muchos traumas que cada uno tenga, eres, como he dicho, lo que decides hacer.
Según tus palabras, te defines como “vasca, zurda y pelirroja. Sarcástica, despistada, gafe, aunque no para las cosas importantes”, como “esa amiga cuya vida parece sacada de una película”. En tu cuenta de Instagram tienes más de cuarenta y dos mil seguidores… ¿Cuéntanos quién es Ane Uriarte Ruiz de Ocenda?
Esta es la pregunta que más me ha costado contestar, cuya respuesta supongo que sigo intentando hallar y una de las muchas razones por las que voy a terapia.
Quise poner aquellos adjetivos al principio de mi descripción porque creo que destacan aspectos que para mí son importantes y característicos de mí: de dónde vengo, cómo soy y cómo me tomo y es mi vida: una tragicomedia.
Creo que soy una joven, aunque ya no para la sociedad desde que pago el metro de Madrid como un adulto, muy curiosa y con mucha consciencia sobre mejorar el entorno. Quizás por la escritura o igual ésta solo es un síntoma de lo siguiente, pero siempre he reflexionado mucho acerca de todo y he hecho mucha introspección. Me gusta tener conversaciones profundas e intelectuales con la gente que nos hagan reflexionar. Pero en igual medida me gusta vacilar y el humor. Cuando salió lo del libro y, por tanto, “salí yo a la luz” mucha gente se extrañó porque siempre he parecido (no sé por qué) una chica a la que todo le parece bien y poco le afecta. Pero los que me conocen de verdad saben que también soy sentimental. De hecho, ojalá sufriera menos con las cosas. Parezco una moneda con dos caras que, aunque no parezcan tener que ver, son lo mismo. Y solo sé que a veces siento que sé mucho, y otras veces demasiado poco.
En los últimos diez años has obtenido un Doble Grado y tres Másteres, hecho prácticas y trabajado en el ámbito de la abogacía y en el de la comunicación, iniciado el doctorado, mantenido tu Instagram y escrito una novela. ¿En qué medida se compaginan y complementan estas experiencias académicas, profesionales y comunicativas en tu vida?
No te voy a mentir, a veces con mucho estrés, jajaja. Siempre he estado ocupada y cuando por fin pude no estarlo, escogí de vuelta meterme en muchas cosas. Supongo que soy más eficiente y rindo más cuanto menos tiempo tengo; porque quiera o no, me hace priorizar y dejar de lado muchas cosas. Cosas que si lo piensas bien, no importan tanto y te entretienen más que enseñan. También ayuda el cómo las ves. Para mí escribir es una forma de vida y lo hago como quien se prepara y come un plato, así que casi ni reparo en que lo hago. Y la cuenta de Instagram es un hobbie. Y como me comprometí a no hacer publicidad en ella y no vivir de ella, no tengo que rendir cuentas a nadie. Publico lo que quiero y cuanto quiero según mi tiempo e inspiración, y lo “peor” que puede pasar es que pierda seguidores. El doctorado por su parte y los másteres de Navarra y de Brother los hice/hago porque quise, así que como se dice en euskera “gogoko tokian aldaparik ez” (sarna con gusto, no pica). Mi peor época la pasé en consultoría. Pero sin ella no me habría dado cuenta de que no vuelvo a ella y de que no es mi sitio. Y es verdad que entonces no tenía tiempo para casi nada más. Pero pasarlo mal también te hace pensar en qué cosas priorizas en tu vida y a qué la quieres dedicar.
Al final creo que la clave es, por un lado, saber lo que a ti te supone una obligación, saber si puedes prescindir de ello (es decir, si para ti el trabajo es una obligación que te lleva por el camino de la amargura, pues ver si puedes dejarlo y buscar otra cosa; o si es hacer la declaración de la renta que te parece un tostón pero es algo que tienes que hacer) o no. Al final hay que actuar al respecto, bien para cambiar cuanto antes las cosas o bien para tirar hacia adelante con voluntad. Y, por otro lado, saber qué necesitas y tienes que hacer para tener la vida que quieres (siendo realista) y ver todo ello como una apuesta segura y a largo plazo. Porque todo lo que merece la pena y no es efímero requiere de mucho sacrificio y tiempo.
En tu novela tratas temas que son muy relevantes y no siempre fáciles de abordar: la muerte, la salud mental, la terapia, los trastornos de alimentación, las relaciones, etc. ¿Cuáles son los mensajes al respecto que quieres transmitir?
Pff, son muchos. De hecho, escribí el libro en base a todos los mensajes que quería transmitir. Pero sintetizando serían los siguientes:
A nivel sanitario quiero denunciar la gordofobia y la falta de empatía de algunos sanitarios. Además, quiero dar a conocer la enfermedad del lipedema que, al igual que otras que mayoritariamente afectan a la población femenina, no se investigan ni están cubiertas por la seguridad social. Algo totalmente injustificable e insultante. También denuncio la gestión de los trastornos mentales y su solución con pastillas y la necesidad de que haya más psicólogos en la pública; porque parece que solo puede optar a una mejor salud mental quien puede pagarse de su bolsillo una terapia. En este sentido también reflexiono sobre lo importante que es ir a terapia. Es duro ir y darte cuenta de cosas que no sabías y tener que responsabilizarte, pero más duro será cuanto más tarde lo hagas.
A nivel social, hago una reflexión sobre la superficialidad en la que vivimos y la actitud un poco infantil que tenemos respecto a ciertos temas. La industria a favor de la longevidad y la juventud no para de ganar e invertir más y más dinero, y, sin embargo, somos incapaces de hablar abiertamente de la muerte. Y menos cuando se da a edades más tempranas. También nos llevamos las manos a la cabeza cuando escuchamos la cantidad de gente que tiene problemas de alimentación o consigo mismos, cuando toda la sociedad está enfocada en el consumo, en la instantaneidad y en que nada, nunca, nos parezca suficiente.
Y a nivel personal son muchos, pero me gustaría sintetizarlos en la siguiente forma:
- Lo más importante de la vida probablemente sea gestionar las emociones. Y entre ellas también se encuentra el saber perdonarse a una misma por los errores, por quien creía que iba a ser y al final es y por lo que pensó que sería su vida y no es. Y a los padres, porque al crecer te das cuenta de que nadie es perfecto y todos hacen lo que pueden con lo que tienen.
- Entre el querer y el no querer de las personas, hay muchos traumas y cosas de las que no tenemos idea. Es una pérdida de tiempo intentar entender todo y el porqué de las personas. Basta con ver que cuando hay un “no” no hay que indagar. Es un “no” “por ahora” o “siempre” y con lo cual, es hora de alejarse. Y después, ya se verá.
- No te tomes nada a lo personal, la gente actúa por cómo es ella, no por cómo eres tú.
- Aunque suene a tópico, la gente dice mucho, pero la gente es lo que hace. Y dice mucho de cómo es alguien cuando se va, por cómo lo hace, y de cómo reacciona cuando le dices que te ha hecho daño.
- La vida es un viaje de ida y es demasiado bonita e importante como para perderla en personas, pensamientos o acciones que te anestesian y no te acercan a hacer introspección y a saber quién eres y qué quieres en la vida.
- No hay tanta gente exclusivamente buena o mala, sino muchos grises. Cada persona tiene su mochila, de la que no tenemos ni idea. Así que deberíamos de tratarnos siempre con más cariño y comprensión, sin dejar de lado que, por muchos traumas que cada uno tenga, eres, como he dicho, lo que decides hacer.
Hacia el final de la novela la protagonista dice: “La vida es como una partida de cartas. No nos gusta enseñar nuestra mano porque eso sería mostrar todo lo que tenemos. Lo que sentimos. Lo que queremos. Lo que somos. Jugamos porque entre broma y broma la verdad asoma, pero sin destaparnos” (p.285). Y siempre que hablas de ti, cuentas que antes de aprender a leer fingías escribir. ¿Qué representa para ti la escritura?
Como he dicho en la pregunta anterior, para mí escribir es parte de mí. No sé quién soy sin ella y tampoco sé por qué de pequeña me dio por hacer que escribía cuando en realidad solo pintarrajeaba los libros de mis familiares, cosa que era una molestia. Supongo que veía en mi entorno a mi abuelo y mi padre escribir mucho y quería hacer lo mismo que ellos.
Pero desde que sé escribir lo hago casi sin pensar y le doy mucha importancia a mi letra, tampoco se por qué. Solo sé que creo que dice mucho de alguien; quizás porque sea la forma en la que expresamos lo que sentimos; el envoltorio. Tengo como 4.000 notas de ideas que me vienen y eso que intento siempre escribir a mano. Veo belleza y liberación en un papel en blanco y vomitar lo que necesites o llenarlo de lo que tú quieras. Delante de un cuaderno siento que no tengo prisa y, sobre todo, que no voy a ser juzgada (aunque sea yo la que más me juzgue, mucho más que mi entorno). Escribir es la forma que tengo que desahogarme, de poner las ideas y pensamientos en orden; de darme mi tiempo, al mismo tiempo que escribo, para pensar (mejor). Y es la forma que tengo de entenderme y de entender el mundo, aunque por mucho que escriba parezca que sigo sin hacerlo, jajaj. Pero, además, veo bonito el escribir porque es una forma de hacer honor a todo lo que sentimos y somos. Es decir, yo he sido esto y me he sentido así. Y no para recordarlo desde el rencor sino, precisamente, para no olvidar de dónde venimos y de quién ha estado a nuestro lado. Además, supongo que esto viene de mi parte ansiosa, lo que se escribe ahí queda. Las cosas habladas se olvidan y malinterpretan, pero escribir me parece una mejor forma de comunicarse y también una mejor forma de sentenciar o de hacerte oír. Y esto ya, a nivel académico, está demostrado que escribir a mano es mucho más beneficioso que hacerlo a ordenador, así como que el lenguaje y nuestra forma de ver la vida están directamente relacionados. Con lo cual, supongo que podríamos decir que, científicamente hablando, cuanto más escribes y más conoces el lenguaje, y por ende la sociedad y su historia, paradójicamente, más te conoces a ti mismo.
Para terminar, y deseándote lo mejor, ¿qué recuerdos te llevas de tu paso por las aulas de la Universidad de Deusto?
Siendo totalmente sincera, la carrera no fue mi mejor época. Estaba quemada del bachiller y para variar, tenía muchos problemas de los que no era consciente y que no gestionaba. Sé que, si volviera ahora la universidad, estudiaría más y estaría más atenta; exprimiría todavía más la experiencia. Pero tampoco me lamento porque si volviera al mismo momento en las mismas circunstancias, volvería a hacer lo mismo. Y ese es también otro mensaje que intento transmitir en el libro: las cosas no tienen que ser perfectas, ni tienes que estar en tu mejor versión para conectar con lo que es para ti y sacarle todo el partido que puedas a una experiencia vital.
Y es que, a pesar de no ser mi mejor momento, a mi mejor amiga (ahora profesora, Raquel Arias) la conocí el primer día. Empecé mi 18 cumpleaños en la cafetería en la que me siguen reconociendo de tantos cafés que me pedí y he sacado muchas buenas amistades de la carrera y de la universidad que mantengo hoy en día. Deusto tiene profesores de primer nivel; tanto por sus valores, disposición y forma de trasmitir conocimiento, como por su trayectoria profesional. Sin ir más lejos, hace un año Pilar Rodríguez y Leyre Arrieta dedicaron su tiempo para asesorarme con respecto al doctorado sin dudarlo. Y tengo especial cariño a Rogelio, José Ángel Achón, Arantzazu, Dan y Jon que son para mí referentes y consiguieron conectar conmigo. Pero me dejo muchos nombres que también me ayudaron y a los que sigo teniendo en alta estima.
Para mí la Universidad de Deusto simboliza la primera puerta hacia el mundo adulto (aunque en ese momento no lo sepas) que se te abre de forma amable. Y, echando la vista atrás, te das cuenta de lo bien que te trataron y de que no tenías ni idea en aquel entonces de lo que el futuro te depararía. Y ahora, además de ser un punto de partida, es mi referencia y un lugar al que siempre querré volver. Así que supongo, que también es hogar.
Además, mantengo lo que en su día nos dijo Rogelio Fernández: “ahora no sois conscientes y no lo entendéis, pero Deusto es una gran casa y decir que venís de aquí es un sello y una garantía”.