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Me considero una mujer de terreno, de acción y de contacto directo con la gente y, a pesar de que luego la vida me ha llevado a quedarme en Euskadi y trabajar desde un despacho, intento no perder esa conexión con la realidad

Tras finalizar sus estudios de Derecho, pasa a ser la vicepresidente de la Junta Directiva de CEAR Euskadi, cargo que ostentará durante casi dieciocho años, a lo largo de los cuales aprovecha para especializarse en Desarrollo y Cooperación Internacional, desplazarse a México por un año y siete meses para dedicarse a los derechos de la infancia con UNICEF, y tras regresar a Bilbao, durante casi diez años, colaborará con Mundubat como Coordinadora de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria. Tres años antes de llegar a su actual responsabilidad, será Coordinadora de Programas y Responsable del área de Derechos Humanos y Cultura de Paz en UNESCO-Etxea. Desde 2013, en la Secretaría General de Paz y Convivencia de Gobierno Vasco, es la Directora de Víctimas y Derechos Humanos. Toda una vida profesional dedicada al desarrollo sostenible, la transformación social, la cooperación internacional, los Derechos Humanos y las víctimas.

¿En qué momento descubriste que querías seguir este camino y dedicarle tu vida?

El momento consciente que encuentro en mi memoria se enmarca precisamente en mi etapa en la Universidad. Soy de la promoción 89-94 por lo que estando en la Universidad estalló el conflicto en los Balcanes, participamos en diversas acciones en contra de la guerra, conocimos a unos jóvenes que huyeron de Kosovo y comenzamos a ser conscientes de las graves consecuencias de la violencia y la intolerancia. Hicimos algunas colaboraciones con el grupo de Amnistía Internacional de la Uni. Estando en quinto de carrera comenzamos a trabajar como voluntarias en CEAR y ahí comenzó todo.

Me colegié en 1995, hice la pasantía en el despacho de Javier Galparsoro e Iñigo Lartitegui pero tras viajar a Bolivia, en el marco del programa Juventud Vasca Cooperante del Gobierno Vasco, en el año 94 y posteriormente a Chiapas y Guatemala en el 95, me orienté hacia el desarrollo y la cooperación internacional.

Me considero una mujer de terreno, de acción y de contacto directo con la gente y, a pesar de que luego la vida me ha llevado a quedarme en Euskadi y trabajar desde un despacho, intento no perder esa conexión con la realidad. Soy muy afortunada, diría que una privilegiada, porque he podido trabajar siempre en lo que me gusta y en lo que creo, desde las entidades sociales, desde organizaciones internacionales y ahora desde un cargo público en el Gobierno Vasco.

No me atrevería a decir cuál va a ser mi siguiente destino. Creo que la vida nos lleva y que tenemos que ir adaptándonos a lo que nos viene. Pero estoy segura de que siempre seguiré vinculada, como profesional o como voluntaria, a la protección de los derechos humanos y al mundo de la solidaridad.

En el anterior número de Alumni Time, se presentó Alumni Social: un proyecto de la Universidad de Deusto que pretende ser un espacio de experiencia y aprendizaje, donde se acercan los antiguos alumnos y alumnas a personas y comunidades con necesidades sociales mediante su participación y contribución al tercer sector. ¿De qué forma crees que se puede impulsar esta implicación de personas que quieren ayudar y no saben cómo, o tienen poco tiempo para hacerlo?

Me parece muy importante vincular a la Academia con proyectos sociales, y me parece especialmente interesante que en esa vinculación se tenga en cuenta y se intente atraer a antiguos alumnos y alumnas. Se trata de un capital humano muy valioso y tratar de ligar su experiencia al compromiso social y al tercer sector me parece muy positivo.

Lo primero es facilitar el acceso a la información sobre las diferentes entidades y proyectos que se están desarrollando en Euskadi. Muchas veces, si tu vida profesional se desarrolla en otro ámbito no es tan fácil (o eso creemos) acceder a esa información. Un segundo paso es combatir, desmontar algunos miedos y barreras que separan muchas veces al tercer sector de otros ámbitos profesionales. Si queremos generar procesos realmente transformadores de la sociedad y del futuro, necesitamos poner en relación diferentes disciplinas, instituciones, entidades, ciudadanía,… y fomentar que cada uno, en su ámbito propio de actuación, realice pequeñas o grandes acciones solidarias que incidan en una mejora de la convivencia y en un mayor respeto de los derechos humanos de todas las personas.

A finales del pasado mes de noviembre se hizo público que Euskadi, junto a Irlanda y Reino Unido, formará parte del grupo de países pioneros en la acogida e integración de personas refugiadas mediante el modelo de «Patrocinio Comunitario». Está previsto que a lo largo del primer semestre de 2019, se impulse un proyecto piloto mediante un convenio con el Gobierno Español, ACNUR, Cáritas de Euskadi y la Plataforma de Jesuitas del País Vasco. Tú que conoces bien ambas caras de la moneda, trabajo sobre el terreno – responsabilidad política, ¿Cómo crees que los y las alumni de la Universidad de Deusto pueden apoyar esta iniciativa?

Todavía estamos construyendo la experiencia y esperamos que las primeras cinco familias, que van a ser acogidas a través del patrocinio comunitario, lleguen el próximo mes de marzo. Lo que pretendemos es ampliar y mejorar la acogida en Euskadi a familias refugiadas reasentadas desde los campos de personas refugiadas de Turquía, Jordania o Líbano.

El patrocinio comunitario lo que pretende es complementar la acogida e integración que se hace desde las administraciones públicas mediante la implicación y auto-organización de ciudadanos y ciudadanas, ONG, u otros grupos interesados como entidades religiosas o autoridades locales. Mediante estas iniciativas, los ciudadanos se agrupan y se comprometen a ofrecer apoyo económico, emocional y social durante un periodo establecido, normalmente de un año.

Por el momento, la experiencia se va a llevar a cabo por grupos locales vinculados a Cáritas Euskadi y a la Plataforma de Jesuitas del País Vasco, pero la idea es que luego podamos multiplicar esa acogida e implicar a nuevas entidades, y a nuevos grupos de personas que quieran comprometerse a acoger y acompañar durante uno o dos años a una familia. Ese nuevo grupo acogedor podría ser un grupo de alumni de la Universidad de Deusto. ¿Por qué no? Si te parece volvemos a hablar dentro de un año…

Son varios, demasiados quizás, los años en los que los flujos migratorios desde Medio Oriente y toda África son en Europa portada de nuestros medios de comunicación día tras día, además de vergonzante arma arrojadiza de políticos de cualquier signo, reflejo de la irresponsabilidad colectiva de estados y sus asociaciones y pasto de las mafias que se aprovechan de su desgracia para obtener pingües beneficios traficando con vidas. Otro tanto parece ocurrir también en el continente americano y en el sudeste asiático. ¿Dónde se ha quedado la declaración universal de los Derechos Humanos, cuyo septuagésimo aniversario acabamos de celebrar?

Sí, la verdad es que el respeto de los derechos humanos no está en uno de sus mejores momentos. Se están produciendo retrocesos preocupantes en las conquistas de protección de derechos que se habían logrado en las últimas décadas. Sin embargo, yo creo que ante este retroceso, lo que hay que hacer precisamente es resistir y recuperar y poner en valor la esencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Es importante recordar lo que dice su artículo 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Es especialmente importante recordar esta afirmación en un momento en que esa igualdad en dignidad y derechos se ve cada vez más condicionada a tu calidad de ciudadano o ciudadana de un determinado Estado, e incluso directamente amenazada precisamente porque no cumplimos ese mandato de comportarnos fraternalmente los unos con los otros. Lejos de esto, están proliferando discursos que tratan de construir una imagen del “otro” como enemigo o falsa amenaza y, en virtud de esa construcción pretenden justificar la adopción de medidas extraordinarias que, en muchos casos, no respetan la esencia ni los principios de los derechos humanos.

Sin embargo, como he dicho, creo que es el momento de resistir y de poner en valor lo que suponen los Derechos Humanos y los mecanismos existentes a nivel internacional, regional, estatal e incluso local para su protección. Y en esta resistencia es especialmente importante poner en valor el trabajo de las personas defensoras de los derechos humanos.

Además de tu coherente e impresionante trayectoria profesional, en el ámbito personal eres esposa y madre de un hijo y una hija – como indicas en tu currículo oficial. ¿Cómo podemos contribuir a la sensibilización y educación de las nuevas generaciones para promover conjuntamente un mundo más solidario, más respetuoso con el Medio Ambiente y con las personas, más consciente de que no podemos quedarnos al margen?

Gracias, creo que me miras con mucho cariño. Me parece importante que en mi currículo oficial aparezca reflejada también mi faceta de madre y compañera, e incluso amiga de mis amigas. Al fin y al cabo son aspectos fundamentales de mi vida.

Tratando de responder a tu pregunta, creo que en estos momentos en los que, como decíamos, los derechos humanos se mueven en arenas movedizas, es importantísimo invertir tiempo, recursos y esfuerzos en sensibilización y educación. Y esa sensibilización y educación empieza en nuestro entorno más cercano y, por su puesto, en la propia familia. Intentar trasladar valores como responsabilidad y solidaridad a nuestros hijos e hijas y también defender estos valores en nuestros círculos más cercanos, tiene un gran potencial transformador.

Por supuesto que también es muy importante invertir en educación en derechos humanos y cultura de paz en el ámbito de la educación formal y no formal, y en los diferentes niveles: primaria, secundaria y universitaria. Pero no debemos eludir la responsabilidad y capacidad que cada uno tenemos en nuestro ámbito de actuación, sea cual sea, para combatir discursos intolerantes y peligrosos para el presente y el futuro de nuestra sociedad.

Creo que una buena forma de contribuir a esa sensibilización y educación es promover la empatía y para ello, las experiencias vivenciales, el conocimiento de lo diferente, la escucha de testimonios de las personas que más están sufriendo tiene un enorme poder pedagógico.

Te agradecemos por tu tiempo y por compartir con nosotros estas líneas. Para terminar, ¿Qué recuerdos guardas de tus años en la Universidad de Deusto?

La verdad es que recuerdo la etapa de la Universidad como una de las mejores de mi vida. Conservo buenos recuerdos y también buenas amigas y amigos, aunque a algunos no les veo mucho. Supongo que nos pasará a todas. Además, por mi trabajo siempre he mantenido algún vínculo con la Universidad de Deusto, especialmente con el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe.