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Fake News: ¿dónde está la verdad?

En plena campaña de las Elecciones Presidenciales de 2008, el Washington Post se refirió a Barack Obama como el rey de las redes sociales. Obama fue uno de los primeros candidatos en tener perfil en las principales redes sociales y el primero en destinar recursos y personal a administrarlos como parte de su estrategia de comunicación con el electorado.

Lo más curioso es que todo empezó por casualidad. Un estudiante universitario, seguidor del político, creó un grupo en Facebook titulado “One Million Strong for Barack”. En menos de un mes se habían superado los 270.000 miembros. A la vista del éxito, sus asesores diseñaron una estrategia a gran escala basada en tener presencia en prácticamente todas las plataformas importantes.

MySpace, LinkedIn, Facebook, Twitter, YouTube y Flickr le sirvieron para difundir contenido entre sus seguidores y contactar con ellos. ¿La ventaja de todos estos portales? Que tener una presencia allí no costaba dinero.
Pero, en Internet todo sucede tan deprisa que esto parece la prehistoria.

La misma Internet que sirvió para aupar el “yes we can” y la ilusión de millones de estadounidenses, sirvió en 2017 para llevar a Donald Trump a la Casa Blanca y, ahora, casi nadie se refiere a ello con términos tan elogiosos.
Desde hace un año se ha popularizado el término “Fake News” que, además de ser el término favorito de Donald Trump, también fue elegida por el Oxford dictionary como la palabra del año 2017.

Los aires de libertad, democracia y transparencia, parece que son ahora más siniestros. Tanto, como que el gobierno español ha incluido las “campañas de desinformación” como una amenaza para la Seguridad Nacional.
Tampoco es de extrañar cuando buena parte de lo que uno ha leído y visto descubre, después de votar, que no era verdad cuando no, descaradamente, falso. Trump, Clinton, Putin, Macron, Cameron, Brexit, Cataluña,… Internet se ha convertido en un campo de batalla de desinformación, autoproganda, desprestigio,…

Ante tanta intranquilidad ¿podríais ayudarme en lo que nos dura este café a entender que son las Fake News y la post-verdad (yo sólo sabía que había verdad y mentira y he descubierto que hay otros estados) y si de verdad tengo que preocuparme tanto como me parece?

¿En qué consiste este fenómeno de las “fake news”?

Alex Rayon (AR): Las fake news son informaciones difundidas, principalmente, a través de redes sociales con el objetivo de desinformar y engañar. Todas ellas se apalancan en la capa social de internet y se fundamentan en la capacidad de viralizar un contenido.

Hay personas que han entendido que, en esta era digital-social, si se quiere que algo tenga impacto en la Sociedad, es preciso conseguir que se difunda por redes sociales y los medios para hacerlo son Facebook y Twitter por donde, cada vez más personas consumen la información.

Existen sitios web como “casoaislado.com” y “diarioespana.com”, que no pueden ser considerados como medios de comunicación, que con menos de dos años de existencia han conseguido tener millones de lectores. Básicamente son excelentes en la viralización de contenidos en Internet, de hecho, se definen así en su página web. Estos medios construyen noticias con un titular muy llamativo y con elementos que muchas veces son falsos pero que llaman mucho la atención de una importante masa de personas. Luego, como decía, son muy buenos viralizando el contenido y captando la atención de mucha gente, por esto tocan siempre motivos xenófobos, racistas, homófobos,…

Tenemos que tener en cuenta que el 60% de la población española se informa en redes sociales. Abren Facebook y leen lo que por ese medio les llega. Se ha producido un cambio en nuestro patrón de consumo de contenidos y hay gente que ha entendido el cambio y gana mucho dinero con esta modificación de contenidos.

Aunque ahora esté especialmente de moda, este fenómeno no es nuevo, ¿verdad?

Jonathan Caro (JC): Como siempre hacemos los filósofos, responderé sí y no a la vez.
No es nuevo en el sentido de que la utilización deliberada de una mentira, o de algo que se considera falso en pro de un beneficio personal o con ánimo de desestabilizar una determinada ideología del contrario, ha existido desde siempre. En la época clásica los sofistas consideraban que cualquier verdad podía ser defendida, incluso cuando supiesen que no era una verdad sólida y sustentada.

Abogaban que no había una verdad absoluta que se pudiera defender, ni siquiera las verdades más convencionalmente admitidas en el momento. Ello les permitió algo que ni Aristóteles ni Pericles, en el momento de máximo esplendor de la cultura y clasicismo pudieron hacer, y es defender que todos los hombres nacen iguales frente a algo tan arraigado en la Grecia clásica como la esclavitud.

A finales del siglo XX, en relación con la postmodernidad, resurge la negación de la verdad absoluta, el fin de cualquier relato que se pretenda absoluto a la hora de describir la verdad objetiva del ser humano y de su historia (lo que debe confundirse con decir que no haya verdades y no hay relatos).

La post-verdad (o las “fake news”) no viene a convencernos tanto de que no haya verdad, sino que no importa que no la defiendas o la distorsiones. Es un sentido muy diferente de lo que postulaba la postmodernidad. La post-verdad, lo que tiene de novedoso en una versión muy siniestra de la post-verdad, es que no parece que haya detrás el deseo de reivindicar una particularidad negada por ese relato absoluto universal de la verdad objetiva, sino que busca la liberación de la voluntad particular al puro poder de sí misma, siempre y cuando disponga de los medios para manipular la realidad a sabiendas y sin ningún otro objetivo moralmente cualificado.

En resumen ¿que no tiene de nuevo?, mentir se ha mentido siempre por propio interés. Pero lo que sí es nuevo, es que parece que ahora sólo se miente por propio interés y que no hay ninguna otra legitimidad mayor ni moral para hacer esa reivindicación de la falta de una verdad objetiva y universal.

¿Quién está y por qué detrás de las “fake news”?

AR: Detrás de las “fake news” se esconden tres objetivos: el económico, el ideológico y lo que yo suelo llamar la maldad humana.

Dos paradigmas del modelo económico son “OKDIARIO” Y “ELESPAÑOL”. Son los nuevos proyectos de dos personas que fueron referencias del periodismo y la comunicación en la España de la transición (Eduardo Inda y Pedro J.). Estos periódicos son webs que han degenerado en noticias amarillistas y falsas. Sus dueños se han dado cuenta que en esta era digital-social, el dinero está en conseguir atraer a mucha gente a leer tus contenidos. Se trata, por lo tanto, de generar noticias que llamen la atención de millones de seguidores en las redes sociales. Por ejemplo, todos los “grandes” reportajes sobre la supuesta violación de Pamplona y su juicio, han sido muy “consumidos” en ‘elespañol’, que no ha parado de difundir informaciones contrastadas o no, antes y durante el juicio.

Su negocio es la publicidad al 100%, por lo que su único objetivo es atraer lectores. Otros medios tienen modelos híbridos con suscriptores y son más comedidos en la publicación de noticias en la medida que tienen que satisfacer a sus suscriptores.

Todo esto se refuerza por el sesgo de confirmación, sólo quiero leer informaciones que refuerzan mis percepciones. Si tengo una percepción de inseguridad consumiré informaciones con títulos vinculados a robos, asesinatos,… inseguridad en Bilbao.

El segundo factor es el ideológico. La Sociedad toma consciencia del problema que representan las “fake news” con las elecciones americanas. Donald Trump y sus asesores identifican que una parte significativa de la población americana sólo desea escuchar dos o tres mensajes, y deciden no complicarse en la campaña elaborando un programa político. Se centraron en tres mensajes: “recuperar la economía para los americanos”, “acabar con la inmigración” y “el establishment es corrupto”. Trump y su equipo se dedicaron a generar contenidos y noticias vinculados a estas tres ideas y difundirlos viralmente y, además, lo hicieron muy bien.

Uno de los paradigmas de este modelo es Veles, un pueblo en Macedonia, donde un centenar de jóvenes se dedicaron a crear webs y contenidos y viralizarlos en Facebook y Twitter. Se estima que, 160 millones de americanos, fueron impactados por noticias falsas, lo que indica que hicieron muy bien su trabajo de desinformación del electorado americano.

En Europa no nos dimos cuenta del problema hasta que en la segunda vuelta francesa, el actual presidente, Emmanuel Macron, sufre un ataque conocido como “Macron Leaks”. Se repite la misma estrategia que con Hillary Clinton, aunque en este caso Macron reaccionó y, más acertadamente que ella, consigue ganar las elecciones. Para ello tuvo que contar con un equipo de expertos de la Universidad de Oxford en el freno de viralización de contenidos.
El fenómeno se ha repetido en relación con el ‘Procés’. Se estima que el 80% de lo que se ha leído en España sobre este tema es falso.

Si en esta realidad digital-social de la que hablaba Álex no importa la verdad, sino la apelación al sentimiento y al prejuicio, no se camina hacia un mundo de trincheras con grupos autoafirmándose frente a los otros.

JC: Esto es un proceso de disgregación absoluta que lo que pretende es hacer reconocer que sólo importa la emoción y convicción del individuo y lo que va buscando.

Esto me sugiere una doble reflexión.

Burke, el gran padre de la ideología conservadora, decía que si creemos en el individualismo puro y duro lo que tendremos será una suma de individuos que sólo tienen que responder ante el Estado sin ninguna otra responsabilidad. Puede ocurrir, en este caso, que el Estado se convierta en populista y lo único que busque sea la adhesión de los individuos a cualquier precio o un Estado totalitario en el que el individuo acaba estando sometido.

La post-verdad da una falsa sensación de poder al individuo en la medida en que, obviamente, puede manipular todo y todo el tiempo, pero a la vez genera una desconfianza radical. Hobbs señalaba que, cuando la guerra es de todos contra todos, y el hombre es un lobo para el hombre, lo único que parece sensato es claudicar nuestra libertad a un soberano absoluto que nos someta a todos por igual para no tener miedo de los demás.

Veremos si frente a esta libertad individual aislada, no contrastada e irresponsable, en el sentido de que no responde ante nadie, habrá poderes que tomarán cartas en el asunto y cómo.

Mencionabas antes la “maldad humana”, ¿a qué te referirías?

AR: La maldad humana en este mundo digital-social son los trolls.

Los trolls son un arquetipo del mundo de Internet, personas a las que les gusta atacar.

Un troll, por ejemplo, crea una identidad falsa desde la que ataca a un rival publicando noticias falsas. Encuentra, además, incentivos para hacerlo por la realimentación que encuentra.

Después de los atentados a Cataluña hubo falsas alertas terroristas, falsos llamamientos a voluntarios, falsos descubrimientos de la policía. No hay detrás de estos comportamientos interés económico, ni ideológico, sólo un interés de maldad.

Entonces, entre tanta noticia falsa ¿crees que no va ser posible acceder a información veraz?

JC: Hay una responsabilidad clara por parte del receptor, sobre todo pensando en que los emisores no la van a ejercer porque no les interesa. Ahí hay una parte de prometeismo por parte del receptor que tiene que entender que es su lucha.

Hay una distinción clara entre postmodernidad y post-verdad. Vattimo escribe la Sociedad Trasparente en la que defiende su confianza en que los medios de comunicación serían una fuerza de liberación en contra de la manipulación y control por parte de las instancias estatales. La post-verdad, y las fake news, lo que dicen es que las redes sociales no sirven para esto, sirven para compartir en 180 caracteres la primera idea que se tiene en mente. Si incluso esta capacidad de falsificación diera lugar a un contraste crítico y a una capacidad de discurso lento, trabajado y libre de ataduras, podríamos hablar de una utopía, difícilmente gestionable, pero que se podría estar cumpliendo. Si de lo que hablamos es de que los medios son cada vez más anecdóticos, más titularistas, esa Sociedad trasparente en la que confiaba Vattimo lo que ha revelado es su faz más siniestra. Es una Sociedad que no quiere ejercer la crítica y que no quiere ser controlada por las Instituciones. El resultado es que lo que tenemos es una Sociedad más parecida a una Sociedad salvaje, con muchos elementos de la civilización a su disposición, y no hay nada más peligroso que un mono con pistola.

¿Cómo se puede enfrentar el problema de las “fake news”?

AR: En este momento hay dos movimientos para enfrentar las fake news. Por un lado, lo que denomino el enfoque francés. Emmanuel Macron, un presidente muy joven, el primer presidente de la era digital, lo está enfrentando de manera novedosa a través de la regulación.

En su discurso del 5 de enero indicó que va a establecer una regulación para los medios que difunden noticias falsas. Su propuesta va a encontrase con serios problemas. El primero, que no va a ser posible en muchos casos identificar el origen de las noticias o cuando lo sean actuar contra ellos. El segundo, la enorme dificultad de tipificar qué es falso.

Esto es lo que hace muy bien Trump, difundir noticias que son verdades a medias, o afirmaciones cuya falsedad no puede ser demostrada. Son opiniones no sustentadas en hechos. El propio Donald Trump ha creado las Fake News Awards para, irónicamente, reconocer a los medios de comunicación que considera responsables de tergiversar sus declaraciones o producir informes falsos.

Esta dificultad es lo que hace que Facebook y Twitter no puedan hacer gran cosa ante este fenómeno. No tienen un marco en el que validar reglas acerca del carácter de falsedad o no de una noticia.

El segundo enfoque, la versión italiana es muy romántica: educar. El ministerio de educación ha creado una plataforma cívica con Google y Facebook para, entre todos, ayudar a la sociedad italiana a entender y discernir lo que es una noticia falsa. El problema de este enfoque es el tiempo que será necesario y, además, la imposibilidad de crear un marco general.

¿Qué opinas sobre estos enfoques para abordar el problema de las fake news?

JC: Cierta regulación es necesaria por puro sentido común. Igual que nadie tiene derecho a difamarme y puedo defenderme por la vía legal, si vamos a vivir en un mundo digital deberá existir una regulación que intente poner cierto orden.

El problema es dónde se sitúan los límites, dónde acaba el terreno de mi opinión y libertad. Si lo que se controla son “fake news”, entiendo de forma no anticipada sino a posteriori, me parece bien. Habrá denuncias, se demostrará la falsedad, e identificará al culpable. Pero el problema es complejo porque, ¿quién decide si es una noticia falsa, una mala noticia o una perspectiva distinta de la oficial?, aquí es donde empiezan los auténticos problemas.
Soy pesimista. No veo solución a corto plazo.

Desgraciadamente, me da la sensación de que, casi todo el mundo está convencido de que lo que lee no es verdad. Vivimos en un medio en que hasta los medios de comunicación se mueven por intereses políticos y económicos. En general, nos podemos creer muy pocas cosas.

El proceso de formación debería ir más que a proporcionar informaciones objetivas al reconocimiento de autoridades de información. No tanto qué se me dice, que obviamente siempre va a partir de una perspectiva, sino quién me lo dice, y yo creo que en esto sí hay una tarea educativa muy importante por hacer. Que el ciudadano sea un poco deconstructivo y arqueólogo y buscar en ese medio que está consultando, quien esta detrás, quien lo financia, como se declara.
Con la post-verdad pueden ocurrir dos cosas. Que olvidemos la verdad definitivamente, y no creo sinceramente que esto pueda ocurrir. O que nos planteemos, igual que hace la postmodernidad, cuáles son los paréntesis que hay que poner a la verdad cuando no sirve la concepción que tengamos de la verdad a los intereses de la Humanidad. Cuando es una verdad absolutista que me impide dialogar con el diferente, yo soy un defensor de la post-verdad. Si es una post-verdad, que lo que me dice es que como no hay una verdad absoluta no hay que dialogar con nadie y someter a todo el mundo al propio criterio, lo que tenemos es el resurgir de una sofistica mal entendida y perversa que lleva a una guerra de todos contra todos o, cuando tengamos mucho miedo de los demás, a decidir que alguien lo regule de manera absoluta para todos nosotros.

¿Crees que veremos soluciones a este problema en el corto plazo?

AR: No hay escenarios de mejora a corto plazo. Las noticias falsas siempre han existido aunque ahora el fenómeno se ha generalizado.

Una cuestión interesante sería una declaración de los derechos humanos digitales, donde se incluya, por ejemplo, el derecho a rectificación. Las plataformas no pueden ser neutras y deberían asumir cierta responsabilidad. Si no es posible detectar las noticias falsas, por lo menos, debería ser posible eliminarlas cuando se demuestra que lo son porque el problema es el posicionamiento de la noticia. No voy a extenderme pero en Internet, el posicionamiento de una identidad SEO determina el acceso a un contenido, y los generadores de fake news dominan muy bien los mecanismos de posicionamiento en Internet.

Las plataformas de Internet no tienen incentivo para abordar el problema porque su modelo de negocio es atraer nuestra intención. Si aprenden qué nos sensibiliza, a través de qué noticias consumimos, podrán luego ofrecer a los anunciantes nuestros perfiles de pensamiento y comportamiento, en este sentido las fake news son muy importantes para su negocio.

En todo caso hay mucha fuentes de este tipo de noticias, “Doceminutos”, “Haynoticias”, “mediterraneodigital”, “Diarioespaña”. Yo os invito a visitarlas y revisar los términos en los que se definen y explican su línea editorial. Ello puede ayudarnos, y mucho, para tener criterio a la hora de leer una información y concederle, o no alguna validez.