En todo caso, será muy complicado, para una recuperación menos desigual, un rediseño del contrato social vigente. Hay riesgo de tensiones políticas insoportables. Y por eso prefiero el termino metamorfosis, más que recuperación o transformación. Porque el modelo social y productivo tenderá, debería hacerlo, a una economía más verde, una movilidad sostenible, también digital. Y menos desigual.
Recientemente te has pronunciado en distintos foros en cuanto a las consecuencias socioeconómicas de la Covid-19. La alarma sanitaria, con proyección mundial, ha ocupado el primer lugar en nuestras vidas desde el primer trimestre de 2020, segando muchas vidas, afectando gravemente a la economía y dejando heridos de muerte a muchos sectores productivos. ¿Qué debemos esperar cuando esta alarma se estabilice o desaparezca?
La alarma sanitaria ya tiene una fecha de caducidad, segundo semestre de 2021. La que no ha hecho más que empezar es la de sus consecuencias sociales y sanitarias. Toda la actividad económica ha sufrido este año, y buena parte de ella se recuperará al tiempo que se controle la pandemia sanitaria. Pero hay sectores, más allá del turismo, la hostelería y el ocio, cuya crisis va a ser duradera, y que también van a pasarlo mal. Quienes en 2020 no partieran de una situación financiera saneada sufrirán daños, en muchos casos irreversibles. Despidos de trabajadores (ERE), concursos y cierres empresariales. 2021 va a ser un año horrible en estos términos. Hay sectores que sufrirán en el largo plazo, debido al cambio de comportamientos de los ciudadanos como consumidores. Y al campo, pocas puertas se le pueden poner. Por mucho que critiquemos el intrusismo de los GAFA (Google, Amazon …), están aquí, seguirán creciendo y conforman nuestro modelo de consumo, de vida y de trabajo.
Hay grandes incertidumbres en sectores estratégicos como las energías, el sector bancario, automoción, aeroespacial y el modo de hacer negocios, lo que confronta con los viajes y hoteles. Estos sectores van a pasar unos años muy complejos, van a reducir personal y cifra de negocio. Las grandes obras de infraestructura y energéticas están paralizadas.
Y el crecimiento del déficit de los gobiernos ha sido necesario, pero no olvidemos una máxima evidente. Las deudas se pagan, o se renuevan, pero solo se renovará el crédito para cubrir el déficit de los países que muestren solvencia y competitividad internacional. Y esperemos que las condiciones no vuelvan a ser de políticas de austeridad, que solo originan mayor brecha social.
Por eso esta crisis afectará a los países emergentes y con estructuras económicas y políticas débiles, mucho más que a las grandes economías. E igualmente, los sectores de población vulnerables hoy, serán más vulnerables mañana. La pobreza mundial crecerá de manera relevante, también en nuestras economías. Por eso cobran tanta importancia todas las prestaciones públicas de ayudas a sectores afectados por la crisis
La EPA del tercer trimestre de 2020 arroja una tasa de desempleo global para Euskadi del 10,3 %, pero la correspondiente a personas menores de 25 años está en el 42,7 %. Según tu opinión, ¿estas cifras son solamente coyunturales? ¿Cómo prevés que evolucionarán a medio y largo plazo?
La cifra de paro subirá en 2021 y en 2022, a niveles cercanos al 13% en la población total. Y el desempleo de los jóvenes es un problema tan estructural en nuestro sistema económico, que no tiene visos de arreglo a medio plazo. Es una cuestión de cultura y de ordenamiento jurídico. No podemos consentir la precariedad de la contratación abusiva en nuestros jóvenes. Es un dislate social que pagaremos caro en la siguiente generación. Nuestras empresas tienen la oportunidad de contratar barato y con contratos de corta duración, y les parece que es lo normal. Y podría serlo si el horizonte temporal de ese tipo de contrataciones fuera muy corto, digamos un año, y la causalidad fuera evidente. Pero prolongar, como se hace, esta situación durante años, y sin ofrecer horizontes razonables, imposibilita la conformación de proyectos de vida. Juega a favor de los jóvenes la baja natalidad y el rápido envejecimiento de la población, lo que en el largo plazo posibilitará la cobertura de plazas, que podrán hacer los trabajadores bien cualificados en competencias y habilidades. Pero fiarlo a esos plazos es terrible. Y más pensando que el futuro del trabajo y el trabajo del futuro nos provoca una gran incertidumbre. La pandemia ya ha anticipado y acelerado parte de esos cambios.
Y a pesar de todo esto, no soy pesimista. Nuestros jóvenes se reinventarán, las empresas modificarán sus comportamientos, pero tenemos que trabajar duro reinventando el futuro. Futuro que nos pertenece y sobre el que podemos influir. Seremos lo que queramos ser, pero trabajando, compartiendo, innovando, emprendiendo.
En la entrevista que hicimos en el pasado número de mayo a Javier Elzo nos decía que será necesario crear clústeres de personas que trabajen con realismo e inteligencia en expandir, sea en el poder, sea en la base, el ideal de la fraternidad universal como base ética para un mundo más justo y humano. Tú hablas estos días de recuperación y metamorfosis, del bien común y de un cambio en los hábitos de consumo. ¿Qué tendríamos que hacer, como ciudadanía y de forma efectiva, para poner en marcha estos cambios de paradigma en el ámbito socioeconómico?
Es fácil hacer recomendaciones y muy difícil producir cambios relevantes. No me gustan los discursos del “hay que …”, muy propios de sectores eclesiales y buenistas. No se trata de decir, sino de hacer. Todo lo que podamos decir de recomendaciones serán cantos al sol si no son realistas. Las utopías realizables son las que merecen la pena. Los cambios se producen con lentitud, y no nos conducen al lugar que queremos, desgraciadamente. Porque los intereses económicos y políticos de quienes solo quieren aparentar cambios, pero prefieren que todo siga siendo siempre mejor para ellos, son muy fuertes y dominantes.
En todo caso, será muy complicado, para una recuperación menos desigual, un rediseño del contrato social vigente. Hay riesgo de tensiones políticas insoportables. Y por eso prefiero el termino metamorfosis, más que recuperación o transformación. Porque el modelo social y productivo tenderá, debería hacerlo, a una economía más verde, una movilidad sostenible, también digital. Y menos desigual.
Y al hilo de la pregunta anterior, ¿qué cambios estructurales – productivos, políticos e institucionales – serían recomendables o, al menos, deseables?
La madurez nos diferencia de la infancia en distinguir los sueños de la realidad. Ya sé que no podemos perder las ilusiones, no las pierdo, ni debemos ser pesimistas, por cruda que sea la realidad. Pero hay que decirlo. Nuestros deseos se quedarán lejos de lo que vaya a pasar. Porque sucederá “más de lo mismo” en el sentido de que no se producirán cambios profundos, estructurales, en el sistema político y económico. Un “más de lo mismo” que no quiere decir que todo será igual tras la pandemia. La vuelta a la normalidad no será una vuelta a la “misma” normalidad. Aunque en las mentes convencionales, esto funciona así, que, si todo vuelve a ser como antes, todo estará bien. Esto no será así. Las crisis alteran comportamientos sociales, y esta crisis, la mayor desde la segunda guerra mundial, alterará decisiones individuales y sociales de consumo, de ahorro, de educación y de trabajo. Me temo que los jóvenes preferirán un trabajo de funcionario estable, a emprender. Y si esto pasa, nuestro país sufrirá más el abandono del capital humano emprendedor, que conlleva efectos perversos para una sociedad. Habrá muchos sectores afectados por la disminución de su oferta de empleo cualificado.
Pensando en nuestra Aldea Global en su conjunto: los ocho Objetivos del Milenio (ODM), aunque con avances, no se consiguieron para 2015. ¿Cómo ves el avance de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030?
Aquellos objetivos ligados con una metamorfosis de la actividad económica necesaria, se cumplirán con mayor facilidad, léase el 7. Energía asequible y no contaminante, el 9. Industria, innovación e infraestructura, el 11. Ciudades y comunidades sostenibles, el 12. Producción y consumos responsables, el 13. Acción por el clima, el 14. Vida Submarina, y el 15. Vida de ecosistemas terrestres. Pero otros, los de mayor contenido social, como el fin de la pobreza, el hambre cero, y en general la lucha por la reducción de las desigualdades, mucho me temo que no van a progresar en unos años. Aunque 2030 está muy lejos, y en diez años podemos avanzar bastante, no lo suficiente.
¿Qué recomendarías a las y los Alumni de la Universidad de Deusto que quieran orientar su carrera profesional sin dejar de lado su contribución al bien común?
No me cansaré de repetir que la felicidad está en el equilibrio entre diferentes alternativas. Aun sintiéndonos obligados a comenzar con un empleo no soñado, la vida profesional es larga, el camino lo haremos con pequeñas decisiones, en el desempeño del trabajo que se nos asigne y en la elección entre las oportunidades que nos brinde la vida y los nuevos empleos. Esas decisiones irán conformando tu trayectoria personal y profesional. Aparentemente, el trabajo ya absorbe casi todo tu tiempo. Si además tenemos aficiones, consumirán más tiempo. Añadimos pareja y/o familia y apenas queda tiempo para descansar. Falso. Somos dueños de nuestro tiempo. Es posible contribuir al bien común, cada uno en la organización con la que nos identifiquemos. Posible y esencial para una vida felicitante. Es posible hacerlo desde la misma actividad profesional, desde tus propias aficiones. Identificar una suerte de vocación al servicio del bien común es una obligación ciudadana. Y tampoco es cierto que eso hay que dejarlo para cuando tengamos tiempo, casi para nuestra jubilación. Somo dueños de nuestros tiempos, de nuestra actitud vital ante los demás, y estamos impelidos a contribuir a los fines sociales en los entornos que nos movemos. Todos destacamos por algo, y ahí empieza el camino que nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos y hacerlo con vocación y eficacia. Llegados al último cuarto de nuestra vida, es necesario mirar atrás y decirnos que quizá la vida ha merecido la pena, no para mí, que también, sino para otros con los que compartimos vida, cariño, tiempo, reflexión, y trabajo.
Por último, como despedida y agradeciéndote por tus reflexiones y por dedicarnos tu tiempo, ¿qué recuerdos te gustaría compartir con nosotros de tus años como estudiante en Deusto?
Estos días se conmemoran 50 años del juicio de Burgos, 1970. Estaba en segundo, en La Comercial, actual DBS, Franco mandaba mucho. Recuerdo que en la universidad protestamos con indignación por aquellas penas de muerte. Nacimos a la transición, en plena dictadura, hacia la democracia, imparables. ¡Soñamos tanto! El mundo podíamos hacerlo, todo era una tarea pendiente. Hemos hecho lo que hemos podido, creo que sí. Y queda mucho más por hacer.
En 3º de carrera, nuestra clase se opuso a exigencias académicas de fechas de exámenes y de trabajos que nos parecieron un ejercicio autoritario. Nos rebelamos, todos a una. Varios compañeros fueron identificados como instigadores, y fueron expulsados de la universidad. Todos ellos rehicieron sus vidas en otros lugares. Traigo aquí a uno de ellos, Ramon Flecha. Hoy es un investigador y catedrático muy reconocido, y creador de comunidades de aprendizaje que sirven de ejemplo en muchos lugares. También en Deusto, en su universidad, es una persona muy querida. Lo que ha llovido desde entonces.
En 1973, ya en 5º de carrera, mataron a Carrero Blanco, presidente del gobierno. Era un hito más de la decadencia de la dictadura, una victoria. Así la vivimos. Nos alegramos. Un día, un profesor, hizo un comentario que nunca he olvidado: Un pueblo que se alegra de la muerte de alguien por motivaciones políticas está condenado a convivir con la violencia. Así ha sido. Pero también ese capítulo está cerrado, y queda mucha historia por hacer y mucho que construir.
Y con todo, lo que me queda es un recuerdo imborrable de haber aprendido a trabajar, a esforzarme, a no conformarme con medianías. Esto nos enseñaron los profesores. Esto es lo que he tratado de inculcar a mis alumnos.