… todos estamos conectados hoy en día, lo que hace que las diferencias entre estos países sean menores o al menos todos tengan conocimiento de lo que hacen los otros. La mayor diferencia es la cultura, ya que esta marca la manera de hacer las cosas, de vivir y de interactuar entre las personas en general.
De julio de 2006 a marzo de 2013 tu carrera profesional se desarrolla en China, primero en Shanghai y después en Tianjin. Casi siete años en dos de las principales ciudades del país, centro de la industria avanzada y la actividad financiera de la región. En tu opinión, ¿cuáles son las principales diferencias y similitudes entre esa parte de China y Euskadi en cuanto a estos dos sectores?
Obviamente la primera gran diferencia reside en el tamaño, cualquier actividad realizada en Euskadi se multiplica por mil en China, con todo lo que eso conlleva de mayor necesidad de todo tipo de recursos. Posteriormente también cabría mencionar la diferencia cultural a la hora de realizar el trabajo, ni mejor ni peor que la nuestra, simplemente distinta.
En cuanto a las similitudes, cabe resaltar que China es un país altamente industrializado, al igual que Euskadi, y es por eso que muchas de nuestras empresas han decidido instalarse allí. Y aunque muchas veces se vea a China como país que produce artículos de baja calidad –cosa con la que no estoy de acuerdo- su pasión por ser punteros en I+D también casa con la manera de ver el valor añadido de los productos y servicios que tenemos los vascos.
En el ámbito personal, ¿podrías contarnos cómo fue tu proceso de adaptación e inmersión cultural en un mundo tan alejado, con unas tradiciones tan diferentes a las nuestras?
He tenido la gran suerte de poder visitar muchos países por todo el mundo, y puedo asegurar, que efectivamente China es para mí el país cuya cultura y manera de ver las cosas más choca con las costumbres Occidentales. Pero eso, lejos de ser un problema, a mí me ofreció la posibilidad de poder entender otras maneras de trabajar, pensar y hacer las cosas, y esto resulta realmente enriquecedor ya que personalmente me aportó mucho.
En cuanto a la adaptación, depende mucho de uno mismo y de qué manera lo enfoque. En mi caso, fui siempre pensando que cada día era una lección que aprendía sobre un país del que no conocía nada, por lo que por mucho que fuera un “bicho raro” en mi vecindad (empecé viviendo en un pueblo donde era de los pocos extranjeros), siempre lo veía como algo enriquecedor; por lo tanto, mi adaptación fue sencilla.
La SPRI cuenta con 16 oficinas en Europa (Alemania, Italia, Polonia, República Checa y Eslovaquia, Reino Unido y Rusia), América (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y EEUU) y Asia (China, India y Singapur). Tres continentes muy diferentes y en cada uno de ellos con una multiplicidad de sensibilidades técnicas, productivas y comerciales. ¿Qué común denominador encuentras entre ellas desde una perspectiva mundial? ¿Cuáles serían, en tu opinión, las mayores diferencias?
Todos los países en mayor o menor medida, intentan hacerse visibles y mostrar sus fortalezas al resto del mundo, algunos con su Industria, otros con su turismo, otros con su gastronomía, etc. y a su vez todos estamos conectados hoy en día, lo que hace que las diferencias entre estos países sean menores o al menos todos tengan conocimiento de lo que hacen los otros. La mayor diferencia es la cultura, ya que esta marca la manera de hacer las cosas, de vivir y de interactuar entre las personas en general.
Desde 2013 te nombran Director General de la SPRI. ¿Consideras que nuestras empresas, y nuestras universidades y centros formativos, son sensibles a la proyección internacional?
Por supuesto, no queda otra. En el mundo tan conectado en el que vivimos hoy, el contacto entre las instituciones educativas a nivel internacional es esencial y, del mismo modo, pasa con la Industria. Teniendo cada uno sus características propias, tanto la Industria como la educación, deben interactuar con toda clase de agentes extranjeros de modo que puedan aportar valor al producto o servicio que ofrezcan. También aprovecho para decir que en cuanto a centros formativos creo que la Universidad de Deusto es referente en Euskadi por la presencia de alumnado extranjero, lo que da una idea de su perfil internacional.
¿Qué recomendación darías a los y las Alumni de la Universidad de Deusto en cuanto a la internacionalización en cada una de sus carreras profesionales?
A costa de darles un disgusto a sus padres y madres cuando se marchen de casa, les aconsejaría que prueben la experiencia de vivir unos años en el extranjero. La experiencia, tanto profesional y sobre todo personal que se adquiere, no tiene precio y nos aporta unos conocimientos que nunca los adquiriríamos quedándonos en casa. Es una reflexión muy personal que la gente no tiene por qué compartir, y es que, aunque siempre he visto a Euskadi como mi casa, también la he visto como una muy pequeña parte de un planeta mucho más grande del que tengo mucho que aprender; por lo tanto, para mí, lo de poder vivir en el extranjero era algo que siempre había tenido en la cabeza.
No sin antes agradecerte por tu tiempo, ¿podrías contarnos qué recuerdos guardas de los años pasados en la Universidad de Deusto?
Recuerdos muy buenos, sobre todo de compañeros de clase y profesorado con los que todavía guardo una buena relación. También tengo recuerdos de partidos de rugby entre amigos en el campo de arena (¡qué suerte tenemos ahora con el césped artificial!), de noches largas estudiando, de discusiones “filosóficas” entre compañeros sobre temas de actualidad, … todas ellas experiencias que recuerdo con gran cariño ya que al igual que destacaba la importancia de vivir en el extranjero, el paso por la universidad también es un proceso de aprendizaje personal muy intenso.