Durante estos primeros años del milenio, Internet y las redes sociales han transformado el mundo y se han hecho un hueco en nuestras vidas, y ¡de qué manera!
Las cifras hablan por sí solas … 3,500 millones de usuarios que diariamente generan 100,000 millones de mensajes, 3,000 millones de búsquedas en Google, 56 millones de posts publicados en blogs, 450,000 horas de video subidas a Youtube, 14,000 millones de videos vistos en Facebook o Snapchat, 80 millones de fotos compartidas en Instagram …
No sólo es la información o las Redes Sociales, son ya 1,000 millones de compradores on-line, el 80% desde el móvil, con unas ventas on-line que alcanzarán este año los 44,000 millones de $.
Solamente el 44% del tráfico es de personas…
A modo de una revolución silenciosa las “cosas” vienen participando también de este cambio, sin que lo hayamos percibido. Hoy son 6,300 millones de objetos conectados, que se espera sean 22,000 en 2020, unos 26 objetos inteligentes por persona.
Pero ¿qué es esto de la IoT o «Internet de las cosas»?
Se trata de conectar a Internet y la nube los objetos, más o menos cotidianos que nos rodean cada día. Objetos dotados con sensores para captar lo que sucede a su alrededor, conectividad para poder comunicarse entre ellos (y con nosotros) e “inteligencia” para tomar sus decisiones autónomamente.
Es el futuro que proclaman expertos y fabricantes de tecnología. Un mundo donde la monitorización y los sensores inunden nuestro entorno. Ciudades inteligentes, ultra conectadas y eficientes en todos los sentidos. Objetos de la vida real conectados que interactúan con ordenadores y consiguen independencia de los seres humanos, ocupándose de buena parte de las tareas dejándonos a nosotros al mando de lo realmente importante.
Nuestros frigoríficos serán capaces de medir los alimentos restantes en su interior y encargar los elementos agotados. Así, no tendremos que preocuparnos de comprar leche, huevos o nuestros yogures favoritos. El frigorífico medirá continuamente su contenido y actuará independientemente.
Los wearables son otro ejemplo. Cosas cotidianas como camisetas, relojes o pulseras, se hacen inteligentes. Los relojes no sólo nos proporcionan la hora, sino que también se conectan a internet e intercambian datos con servidores externos (posición, movimientos, pulso, temperatura, glucosa,…).
También se pueden aplicar de forma más profunda al hogar, distribuyendo sensores y procesadores, para automatizar el control de las ventanas, la temperatura del hogar, las luces, la seguridad, los electrodomésticos, la TV, … todo controlado de forma inalámbrica a nuestro antojo o autónomamente para servirnos.
Otro ejemplo serán las ciudades inteligentes, controlando señales de tráfico o semáforos, con coches y autobuses autónomos, alumbrado inteligente y eficiente o gestionando el agua o la energía eléctrica consumida.
El Internet de las cosas es el siguiente gran paso de la industria tecnológica. Abre un mundo de posibilidades incalculable, mayor incluso que el abierto en su momento por la era digital. Todo pasaría a basarse en lo contextual, logrando una mayor independencia de los humanos y, por lo tanto, una mayor eficiencia y comodidad. Según diversos analistas, no será hasta 2020 cuando el Internet of Things comience a ser algo mucho más asentado y común entre los mortales. El impacto económico y social de esta revolución será brutal. Por un lado permitirá ahorros energéticos, de coste y de tiempo pero lo más importante es que se abrirán inmensas oportunidades para crear nuevos servicios y negocios, altamente personalizados apoyados en todos estos objetos inteligentes. Estas oportunidades estarán al alcance tanto de las empresas tecnológicas como de otras.
Este «Internet de las cosas» plantea, no obstante, muchos desafíos técnicos, legales e incluso éticos. Las redes de telefonía actuales, 4G, no son capaces de atender a miles de objetos conectados en tiempo real y, además, son necesarias redes que consuman menos energía. Los recientes casos de ciberataques (que se realizaron apoyándose en webcams y cámaras de vigilancia) hicieron patente la debilidad de la seguridad del Internet de las cosas y la necesidad de garantizar la seguridad en el acceso a los objetos inteligentes. ¿A quién pertenecen los datos recopilados por estos dispositivos? ¿Existen situaciones en las que estos dispositivos no deben recopilar datos? Preservar la privacidad, la confidencialidad de los datos recogidos por los sensores que inundan nuestro cuerpo, hogar y ciudades, y garantizar el uso apropiado de los mismos, es otro gran reto. ¿Qué ocurrirá cuando los objetos interpreten erróneamente la realidad y tomen acciones inapropiadas? ¿Quién será responsable de la toma de decisiones de un coche autónomo? ¿Qué pasará si un Sistema de soporte vital pierde la conexión temporalmente?
Cambiará nuestro coche, nuestra ropa, nuestro hogar, nuestra ciudad … Este entorno inteligente a nuestro servicio 24 horas al día, para mejorar nuestra comodidad, nuestra seguridad, nuestra experiencia de ocio,… Aquello que vimos en las películas de ciencia ficción se irá haciendo poco a poco realidad, también en nuestro trabajo y en la educación.
Veremos desaparecer muchas ocupaciones actuales y al mismo tiempo nuevas oportunidades para las personas capacitadas.
Los puestos de trabajo que desaparecen en las fábricas inteligentes, por ejemplo, no está siendo eliminado sin algún reemplazo humano. Se emplean arquitectos de sistemas, científicos de datos, planificadores de robots y otros trabajos para construir estas complejas aplicaciones industriales.
Una nueva generación de empleos para una nueva generación de tecnología. La demanda de arquitectos de soluciones IOT, ingenieros de software y hardware, de arquitectos de seguridad, científicos de datos, expertos en redes sociales,… son sólo algunas de una lista gigante de nuevas y crecientes oportunidades de empleo que se crean en las empresas de prácticamente todas las áreas de desarrollo de productos y sistemas debido a la rápida expansión del Internet de las cosas. Y esto sólo es el principio de la demanda de los profesionales con nuevas competencias.
Pero no serán sólo profesionales tecnológicos los necesarios, … caminamos hacia un mundo “VICA” (Volátil, incierto, complejo y ambiguo), un mundo global y tecnológico donde serán claves competencias tales como la alfabetización digital, la interpretación y dar sentido a los datos, la inteligencia social, el pensamiento innovador y adaptativo, la interculturalidad y la interdisciplinariedad, la cooperación virtual, la gestión del conocimiento …
Para 2020, el 75% de los trabajos requerirá alguna competencia técnica …
¿Te sientes preparado? … pues no lo dejes para mañana … el futuro ya ha empezado.