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Llevas tiempo dedicándote a actividades relacionadas con la motivación y proactividad de los más jóvenes, tanto como voluntaria cuanto como profesional. ¿Qué te mueve a desarrollarlas? ¿Qué crees que necesita hoy nuestra juventud?

Creo firmemente en las [personas] jóvenes. Queremos cambiar la realidad que vivimos, transformarla. ¡Tenemos muchas ganas! No obstante, vivimos en una sociedad que está en un cambio constante, además a una velocidad y dirección abrumadoras. Claro, nosotras hemos nacido y crecido en este contexto. Consecuencia de esto es que, por una parte, nos adaptemos al cambio en mayor o menor medida, pero en muchas ocasiones, también es posible que no sepamos por dónde empezar. Por eso, me gusta trabajar en proyectos por y para jóvenes, en los que podamos conectarnos más. Es más, como actualmente estamos saturadas de información, cada una de nosotras sabe una cosa en particular y cuando unimos fuerzas, ganas y conocimientos, podemos crear ideas, iniciativas y proyectos muy cañeros.

Durante un año has sido Gazte saregile. ¿Crees que las instituciones públicas están dedicando suficientes recursos para las personas más jóvenes?

Si la pregunta es si se invierte en las jóvenes, la respuesta es que sí. Pero, ¿estos recursos son suficientes y los adecuados? Yo creo que, de momento, no. Hasta ahora nos han encasillado en un perfil en el que las jóvenes no hacemos nada, estamos tiradas en el sofá y nos puede la pereza. Vamos, básicamente que no nos interesa nada y que no nos comprometemos con nada ni con nadie. Eso ha creado un aire de desconfianza, que se crea que no vamos a aprovechar los recursos que se nos ofrecen, lo que hace que nosotras también desconfiemos de las instituciones. Pero, por suerte, nos hemos empezado a dar cuenta del potencial real de las jóvenes. Solo hay que saber llegar a nosotras. Y, aunque no tenga la clave ideal para saber cómo hacerlo, tengo la certeza de que el primer paso es que, en todo proyecto dirigido a jóvenes, tiene que haber mínimo una persona joven trabajando en él. Si no, se pierde la perspectiva.

A la vista de tu trayectoria, también parece que te atrae el área de Recursos Humanos. ¿Dónde te ves en unos años? ¿En qué área te gustaría seguir desarrollando tu carrera profesional?

Esta pregunta es muy clásica en las entrevistas de trabajo y, personalmente, nunca me ha gustado mucho que me preguntarán eso de “¿Dónde te ves dentro de 10 años?”. Si no sé qué voy a hacer mañana, dentro de 10 años es un periodo de tiempo muy largo como para poder concebirlo ahora mismo. Eso sí, como decía previamente, el mundo cambia a una velocidad increíble y, por eso, creo que dedicarse a una única cosa nos limitará y mucho. Por eso me gusta variar a la hora de elegir proyectos. Salir de la zona de confort y aprender tanto como pueda, tanto en conocimiento como en skills. Así que, una cosa que tengo 99% segura es que estaré reciclándome, aprendiendo y trabajando con, por y para las personas.

Tu abultada actividad de voluntariado demuestra que eres una persona solidaria y sensible a las cuestiones sociales. ¿Qué recomendarías a las y los Alumni de la Universidad de Deusto para sensibilizarse e involucrarse más en acciones de voluntariado?

Creo que, aunque al principio pienses “ahora no tengo tiempo para esto”, hacer una actividad social siempre te aportará más de lo que tú des. Aprendes mucho, conoces personas muy interesantes y de contextos muy diferentes. Es una inversión personal y profesional. Y, además, para mí lo más importante es que trabajas la empatía y pones un poco los pies en la tierra.

Todavía lo tienes muy cerca, pero ¿qué te gustaría compartir con nosotros de tus años en las aulas deustenses?

Diría algo muy cliché y es que aprovechen sus años como estudiantes. Para empezar, conoces a gente de ámbitos y contextos muy diferentes y eso te enriquece, y mucho. Además, es una época de autoconocimiento y, sobre todo, transformación. En mi caso, la persona que entró por primera vez en la Universidad y la que salió unos años después casi no tienen nada que ver. Además, no hablo solo de ir a clase y estudiar. De los jueves universitarios y del Erasmus también se aprende mucho. En serio. Aún y todo, no nos damos cuenta que somos personas privilegiadas de poder disfrutar de una educación que muchas personas ni soñarían. Sí, es cierto que el sistema educativo tiene muchos defectos. No obstante, creo que la mejor manera de cambiar las cosas es desde dentro. Recuerdo una ocasión en la que no parábamos de quejarnos de una situación y, de tan acostumbradas que estamos de pensar que (hagamos lo que hagamos) las cosas no van a cambiar, nadie hacía nada. Y yo me cansé. Y, junto a mis compañeras, conseguimos cambiar la situación. Lo dicho, puede ser muy cliché, pero estudiar, abrir la mente y trabajar el pensamiento crítico me parece revolucionario hoy en día.